Daily Reflection

Nuestra lista de invitaciones

November 6, 2023 | Monday

Father Steven Reilly, LC

  • Lunes de la Trigésima Primera Semana del Tiempo Ordinario
  • Luke 14: 12-14

    Jesús fue a cenar a casa de uno de los principales fariseos. Le dijo al anfitrión que lo invitó: "Cuando celebres un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que te inviten a volver y tengas pago. Más bien, cuando Celebras un banquete, invitas a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; bienaventurados en verdad serás por su incapacidad para pagarte, porque se te pagará en la resurrección de los justos.

    Oración introductoria: Oh Dios, gracias por permitirme entrar en tu presencia. Tu amor engrandece mi alma. ¡Anhelo ver tu cara! Acudo a esta oración con sed de estar en tu presencia, de relajarme bajo tu mirada amorosa. Que mi presencia aquí sea una expresión de mi amor por vosotros.

    Petición: Señor, concédeme la gracia de anteponer tus intereses a los míos.

    1. “Tú me rascas la espalda…” “… Y yo te rascaré la tuya”. Único es el individuo que no tiene en todo momento al menos un ojo puesto en su propio interés. Para muchos, la vida se trata de apalancamiento y las buenas acciones son inversiones que generarán ganancias futuras. En esta parábola, Jesús nos invita a pensar fuera de esa caja humana y más en la divina. Dios no obtiene ningún beneficio personal al mostrarnos un amor inconmensurable. Después de todo, no podemos darle nada que no tenga ya. ¿Quizás deberíamos ampliar nuestra lista de invitaciones a cenar?

    2. Los pobres, los lisiados, los cojos, los ciegos: la Beata Madre Teresa vivió este versículo del Evangelio de manera ejemplar. Se cuenta la historia de un moribundo, encontrado tirado en la calle y llevado a la Casa de los Moribundos de las Misioneras de la Caridad. Le dieron la dignidad que nunca había conocido: “He vivido como un perro toda mi vida. Pero ahora moriré como un ángel”. A veces también tenemos oportunidades de ayudar a otros que lo necesitan con urgencia. A veces, más a menudo, podemos acudir en ayuda de la persona espiritualmente pobre o lisiada. Quizás sea esa persona que siempre está de mal humor o esa otra que alguna vez difundió un rumor sobre mí. “Bienaventurados seréis por su incapacidad para pagaros”.

    3. Interés propio versus resurrección: el P. Joe siempre solía decir esto sobre su sacerdocio: “La paga es pésima, pero los beneficios de jubilación están fuera de este mundo”. El interés propio consiste en obtener una recompensa positiva aquí y ahora. El verdadero amor y la caridad no llevan una tabla de puntuación para asegurarse de que “vale la pena”. No, estamos viviendo para la eternidad. Pidamos al Señor que nos dé una mejor idea del panorama general para ver que esas buenas obras no correspondidas son las mejores. Así que ustedes, padres del mundo, ¡anímense! En verdad, vuestros sacrificios encontrarán su recompensa “en la resurrección de los justos”.

    Conversación con Cristo: Querido Señor, ¿cuántas veces pienso: “¿Qué gano yo con esto?” Ayúdame a llegar a otros más allá de los límites de mi grupo. Ayúdame a ver que estás en cada alma, no sólo en las que de alguna manera me gratifican.

    Resolución: haré un acto de caridad por alguien a quien no le agrado.

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