Daily Reflection

Jesús es mi invitado

November 19, 2019 | Tuesday

Father John Doyle, LC

  • Martes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
  • Luke 19:1-10

    Jesús entró en Jericó y lo atravesaba. Había un hombre llamado Zaqueo; Era el principal recaudador de impuestos y era rico. Estaba tratando de ver quién era Jesús, pero a causa de la multitud no pudo, porque era de baja estatura. Entonces corrió hacia delante y trepó a un sicómoro para verlo, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, levantó la vista y le dijo: "Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy debo quedarme en tu casa". Entonces se apresuró y estaba feliz de darle la bienvenida. Todos los que lo vieron comenzaron a quejarse y dijeron: "Se ha convertido en el invitado de alguien que es pecador". Zaqueo se quedó allí parado y le dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis posesiones, Señor, se las daré a los pobres; y si he defraudado a alguien, pagaré cuatro veces más". Entonces Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar a los perdidos".

    Oración introductoria: Señor Jesús, tú eres el Alfa y la Omega. Me has dado vida y me ofreces vida eterna contigo. Te mereces mi honor, gratitud y amor y, sin embargo, nunca te impones a mí. Gracias por respetar mi libertad para poder ofrecerte. Todo lo que tengo es tuyo; Te lo devuelvo.

    Petición: Señor, aumenta mi fe.

    1. Zaqueo arriba de un árbol: los pasajes del Evangelio de ayer y de hoy hablan elocuentemente de la necesidad de encontrar a Cristo a toda costa. El ciego del que leímos ayer no dejaría de gritar hasta que lo trajeran al Señor. Hoy un hombre bajo y muy impopular llamado Zaqueo corre de un lado a otro entre la multitud hasta que finalmente, en su determinación de encontrarse con Cristo, rompe todo protocolo y trepa por un árbol. Jesús no pierde el tiempo en entrar decisivamente en la vida de este recaudador de impuestos y transformarla. Esto se parece a nuestro encuentro con Cristo. En ocasiones, diferentes obstáculos se interponen en nuestro camino y nos impiden ver a Nuestro Señor y su acción en nuestras vidas. Sobre todo, nos falta determinación. Qué fácil es inventar excusas: “Soy demasiado bajo”, “Quizás Jesús está demasiado ocupado”, “Solo soy un pecador”. Si queremos que Nuestro Señor se quede en nuestra casa, lo hará, pero puede haber árboles que necesitamos escalar primero.

    2. Acogiendo con beneplácito a Jesús: Pocas personas alguna vez le dieron la bienvenida a Jesús con la alegría y la exuberancia como lo hizo este pequeño hombre. Bajó del árbol, dio la mitad de su riqueza a los pobres y prometió restaurar cuatro veces las transacciones fraudulentas. Zaqueo realmente ha sido como ese comerciante en busca de perlas finas (ver Mateo 13: 45-46). Está dispuesto a vender todo lo que tiene para comprar la perla de gran precio: amistad e intimidad con el Señor. ¿Cuántas veces Jesús nos miró y nos pidió que nos quedáramos con él? ¿Cuántas veces hemos tenido la inmensa gracia de recibir al Rey de reyes en nuestros corazones en la Santísima Eucaristía? ¿Le ofrecemos simplemente un rincón de nuestros corazones o le reservamos la suite presidencial? ¿Qué tan puros mantenemos nuestras almas para nuestro huésped?

    3. De los pecadores y los santos: ¿Qué hace que alguien sea santo y alguien más pecador? Ciertamente, no es el gruñido de la multitud celosa que no está dispuesto a subir al árbol para ver a Jesús, pero se apresura a criticar a cualquiera que lo haga. De hecho, todos son pecadores. San Pablo escribe: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el principal" (1 Timoteo 1:15). Sin embargo, San Pablo, Zaqueo, tú y yo pasamos de ser pecadores a santos cuando encontramos a Cristo y somos fieles a su amistad. La salvación llegó a la casa de Zaqueo cuando Jesús entró, y la salvación nos llega a través de las gracias recibidas en el bautismo, renovadas en el Sacramento de la Penitencia y nutridas en la Eucaristía.

    Conversación con Cristo: Jesús, ayúdame a estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para crecer en una amistad más profunda contigo. No me permitas preocuparme por los murmullos de la multitud, sino solo escuchar tu voz y responder con generosidad.

    Resolución: Haré un punto para confesarme en la próxima oportunidad posible pidiéndole a Jesús que me perdone por mis pecados y que me ayude a pasar de ser un pecador a ser un santo. Lo haré un verdadero encuentro con Jesús.

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