- Memorial de los Santos Ángeles Custodios
Matthew 18:1-5, 10
Nehemías 8:1-4a, 5-6, 7b-12
Salmo 19:8, 9, 10, 11
Mateo 18:1-5, 10
Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:
“¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?”
Y llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo:
“En verdad os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños,
No entrarás en el reino de los cielos.
El que se humilla como este niño,
es el más grande en el reino de los cielos.
Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
“Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños,
Porque os digo que sus ángeles en el cielo
“Mirad siempre el rostro de mi Padre celestial.”
Oración inicial: Padre Celestial, te agradezco por mi ángel guardián. Espero con ansias encontrarlo algún día en el cielo. Me protegen y me inspiran con cosas buenas. Que siempre esté atento y dócil a su voz.
Encuentro con la Palabra de Dios
1. Nuestros Ángeles Custodios: Cuando contemplamos la belleza de la creación de Dios y nuestro lugar en ella, no debemos olvidar la belleza y el papel de los ángeles. Hoy celebramos la memoria de los Santos Ángeles Custodios. Alabamos a Dios y le agradecemos por asignar un ángel a cada uno de nosotros. En el Catecismo, leemos: "Desde su inicio hasta la muerte, la vida humana está rodeada por el cuidado vigilante y la intercesión de los ángeles. Junto a cada creyente está un ángel como protector y pastor que lo conduce a la vida" ( CIC , 336). A nuestro Ángel Custodio se le ha otorgado autoridad y poder. Al mismo tiempo, ningún ángel, bueno o malo, puede obligarnos a hacer algo en contra de nuestra voluntad. Los ángeles buenos presentan cosas buenas a nuestras mentes; los ángeles malos presentan el mal disfrazado de bien. El salmo de hoy recuerda que Dios ha dado conocimiento a cada ángel bueno sobre nosotros. Con este conocimiento, pueden protegernos en todos nuestros caminos. Pueden guiarnos por el camino de la salvación y la paz. Pero al final, somos nosotros quienes elegimos el bien o el mal; somos nosotros quienes elegimos actuar como hijos libres de Dios o abusar de nuestra libertad eligiendo el mal. Cuando escuchamos a nuestro ángel de la guarda, tenemos la seguridad de la protección de Dios contra nuestros enemigos y adversarios.
2. Los Coros de Ángeles: Nuestro conocimiento de los ángeles es muy imperfecto. Aquí en la tierra, solo podemos distinguirlos de forma general. En el cielo, los conoceremos claramente. Veremos su relación con Dios y cómo han actuado para llevar a cabo el plan amoroso de Dios. Basándonos en las Escrituras, la Sagrada Tradición y la Sagrada Teología, se distinguen nueve coros de ángeles. Estos nueve coros, organizados en tres grupos de tres, son un reflejo de la Trinidad: los tres primeros coros están más cerca de Dios y lo contemplan a él y al objetivo de su creación; los tres siguientes consideran qué se debe hacer para alcanzar este objetivo; los tres últimos aplican este conocimiento a los efectos de Dios. De los ángeles que aplican prácticamente este conocimiento, se dice que los Principados ocupan el lugar más alto. Su función es Comparada con la de los generales y oficiales en batalla. Nuestros ángeles guardianes, sin embargo, pertenecen al coro más bajo, pues son quienes ejecutan lo que debe hacerse. Nuestra veneración a los Santos Ángeles Guardianes hoy nos llena de gratitud, pues tenemos un protector celestial que nos ilumina, nos defiende, nos guía e intercede por nosotros. La contemplación de la creación de Dios, tanto visible como invisible, nos llena de asombro y admiración, pues veremos cosas en el cielo que superan nuestra imaginación y son más hermosas que cualquier cosa aquí en la tierra. Finalmente, nos llena de esperanza, pues sabemos que la historia del mundo está en manos de Dios y que las huestes celestiales trabajan incansablemente para cumplir el plan misericordioso y amoroso de Dios.
3. Enseñando al pueblo: En la primera lectura, escuchamos cómo Esdras y Nehemías, junto con los levitas, enseñaban y explicaban la Ley de Moisés al pueblo de Judá. En el Evangelio, Jesús también enseña. Enseña a sus discípulos que la grandeza en el Reino de los Cielos no es como la grandeza en un reino terrenal. Si vemos las cosas desde una perspectiva mundana, tendemos a medir la grandeza en términos de fuerza, riqueza, belleza física y logros. Sin embargo, Jesús no señala al César ni a una persona rica y poderosa para mostrar quién es grande. Más bien, señala a un niño para indicar la verdadera grandeza espiritual. ¿Cómo, entonces, nos volvemos y nos volvemos como niños? Cuando vemos a un niño, vemos cuánto depende de sus padres y tutores. A menudo son inocentes, sencillos, humildes y llenos de alegría y risas. ¿Dependo, como un niño, de mi Padre Celestial?
Conversando con Cristo: Señor Jesús, eres manso y humilde de corazón. Ayúdame a aprender a ser humilde y sencillo como un niño inocente. Al diablo le gusta complicar las cosas para engañarme. Ayúdame a superar el engaño y amarte con un corazón indiviso.
Viviendo la Palabra de Dios: Al leer y meditar en el Evangelio de hoy, ¿qué veo en mi vida? ¿Soy complicado o simple? ¿Arrogante o humilde? ¿Autosuficiente o dependiente de Dios? ¿Busco crecer en la estima de los demás o agradar a mi Padre Celestial? ¿Soy frío y calculador o lleno de alegría y amor?