- Viernes de la quinta semana de Cuaresma
John 10:31-42
Jeremías 20:10-13
Salmo 18:2-3a. 3bc-4, 5-6, 7
Juan 10:31-42
Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús.
Jesús les respondió: «Muchas buenas obras os he mostrado de parte de mi Padre.
¿Por cuál de estas cosas intentan apedrearme?
Los judíos le respondieron:
“No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por la blasfemia.
Tú, hombre, te haces Dios”.
Jesús les respondió:
“¿No está escrito en vuestra ley: “Yo dije: Vosotros sois dioses”?
Si llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios,
y la Escritura no puede dejarse de lado,
¿Puedes decir que el único?
a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo
¿Blasfema porque dije: "Yo soy el Hijo de Dios"?
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis;
pero si las cumplo, aunque no me creáis,
creed en las obras, para que podáis comprender y entender
que el Padre está en mí y yo en el Padre.”
Luego intentaron nuevamente arrestarlo;
pero él escapó de su poder.
Volvió a cruzar el Jordán.
al lugar donde Juan bautizó por primera vez, y allí permaneció.
Muchos vinieron a él y le dijeron:
“Juan no hizo ninguna señal,
Pero todo lo que Juan dijo sobre este hombre era verdad”.
Y muchos allí comenzaron a creer en él.
Oración inicial: Señor Dios, me ofreces el don de la adopción divina. No merezco este gran don. Tu amor por mí es inmenso. Ayúdame a corresponder a tu amor y a vivir como tu hijo.
Encuentro con la Palabra de Dios
1. ¿Cometió Jesús blasfemia? Ayer leímos que los judíos intentaron apedrear a Jesús después de la Fiesta de los Tabernáculos, en otoño. El Evangelio de hoy transcurre unos meses después, en la Fiesta de Janucá (la Fiesta de la Dedicación), en invierno. Una vez más, las palabras de Jesús provocaron que los judíos intentaran apedrearlo. En ambas fiestas, Jesús hizo afirmaciones divinas. En los Tabernáculos, Jesús afirmó ser «YO SOY». En Janucá, Jesús declaró: «El Padre y yo somos uno» (Juan 10:30). En ambas fiestasLa gente cree erróneamente que Jesús ha cometido el pecado de blasfemia y, según Levítico 24:16, debe ser apedreado por ese pecado. Sin embargo, los lectores del Evangelio de Juan saben que Jesús es el Verbo eterno e Hijo del Padre y que no ha cometido ningún pecado ni blasfemia.
2. Nuestra participación en la naturaleza divina: Jesús refuta a sus oponentes citando las Escrituras e interpretando el Salmo 82:6, que dice: «Yo dije: “Ustedes son dioses”». En su contexto original, el Salmo 82 habla de los líderes y jueces de Israel que no actuaron ni juzgaron con santidad. Sin embargo, el Señor Dios se refiere a estos individuos como “dioses”, pero, debido a su corrupción y pecado, morirán como mortales. Jesús usa el Salmo para argumentar que si personas como esas pueden ser llamadas “dioses” por el Señor Dios, ¿cuánto más puede él, el justo que hace lo bueno, afirmar ser el Hijo de Dios enviado por el Padre al mundo? Por un lado, Jesús usa el texto para aludir a su naturaleza divina como Hijo de Dios. Por otro lado, se refiere a nuestro llamado a participar de la naturaleza divina como hijos adoptivos de Dios.
3. El Cumplimiento de la Fiesta de la Dedicación: Recordemos que este episodio tiene lugar durante la Fiesta de Janucá o Dedicación. Jesús se describe a sí mismo como “consagrado” por Dios Padre. Esto nos ayuda a comprender la relación entre Jesús y la Fiesta de la Dedicación: “Esta fiesta celebra la re-consagración del templo, el lugar de la presencia especial de Dios entre el pueblo. Como el Verbo encarnado, cuyo cuerpo es el 'templo' (Juan 2:21), Jesús es el consagrado por el Padre. La re-dedicación del templo terrenal hizo posible de nuevo la adoración terrenal, y Jesús hace posible la 'adoración en Espíritu y en verdad' (Juan 4:24)” (Martin y Wright, El Evangelio de Juan , 199).
Conversando con Cristo: Señor Jesús, eres poderoso en tus obras y me invitas a creer en ti. Creo en ti y en tus palabras de vida eterna. Eres mi salvador y redentor, eres mi rey y mi Señor, eres mi vida y mi resurrección.
Vivir la Palabra de Dios: Estamos llamados hoy a renovar nuestra fe en Jesús, quien sigue obrando maravillas en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia. Las señales y los testimonios nos orientan y confirman la conmoción en nuestros corazones. Esta es la acción de la gracia que nos impulsa a la fe en Cristo, a la esperanza en su promesa de vida eterna y a amar a Dios y al prójimo.