- El séptimo día de la octava de Navidad
John 1:1-18
1 Juan 2:18-21
Salmo 96:1-2, 11-12, 13
Juan 1:1-18
En el principio era el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio con Dios.
Todas las cosas llegaron a ser por medio de él,
y sin él nada existió.
Lo que a través de él llegó a ser fue vida,
y esta vida era la luz del género humano;
La luz brilla en la oscuridad,
y la oscuridad no la ha vencido.
Un hombre llamado Juan fue enviado por Dios.
Él vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
pero vino a dar testimonio de la luz.
La luz verdadera, que ilumina a todo hombre, venía al mundo.
Él estaba en el mundo,
y el mundo llegó a ser por medio de él,
pero el mundo no lo conoció.
Vino a lo que era suyo,
Pero su propio pueblo no lo aceptó.
Pero a los que sí lo aceptaron
les dio poder de ser hechos hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
que no nacieron por generación natural
ni por elección humana ni por decisión de un hombre
pero de Dios.
Y el Verbo se hizo carne
y puso su morada entre nosotros,
y vimos su gloria,
la gloria como del Hijo unigénito del Padre,
lleno de gracia y verdad.
Juan le dio testimonio y clamó, diciendo:
“Este era de quien yo decía:
'El que viene después de mí está delante de mí.
porque él existía antes que yo.”
De su plenitud todos hemos recibido,
gracia en lugar de gracia,
porque aunque la ley fue dada por medio de Moisés,
La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios.
El Hijo unigénito, Dios, que está en el seno del Padre,
lo ha revelado.
Oración inicial: Señor Dios, te doy gracias por enviar a tu Hijo Unigénito para salvarnos del pecado y de la muerte. Tu Palabra es omnisciente y todopoderosa. Guíame por el camino que conduce a la vida eterna.
Encuentro con la Palabra de Dios
1. La Palabra de Dios y la creación: Las primeras líneas del Evangelio de Juan nos introducen en el profundo misterio de la Palabra de Dios y en cómo la Palabra estuvo activa con Dios en la creación del mundo. Los Evangelios revelan que el único Dios es una comunidad de personas divinas. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Juan proclama que el Hijo de Dios –la Palabra de Dios– no fue creado sino que estaba eternamente con Dios Padre. Toda criatura que tiene ser y toda criatura que tiene vida proviene del Padre a través de su Palabra eterna. Lo que el Padre creó a través de su Palabra fue bueno. El mal sólo entró en el mundo a causa del pecado de los ángeles y de la humanidad. Algunos de los ángeles que Dios creó se rebelaron contra Dios y cayeron por su orgullo y envidia. Nuestros primeros padres también cayeron de la gracia de Dios al abusar de su libertad y escuchar las mentiras del diablo sobre el camino a la vida divina. Juan proclama, sin embargo, que la oscuridad del pecado es incapaz de vencer la luz todopoderosa de la Palabra de Dios.
2. La Palabra de Dios e Israel: Cuando pecamos, Dios no nos abandonó. Dios llamó a Abraham e hizo un pacto con él. Fiel a su promesa a Abraham, Dios formó al Pueblo de Israel como suyo. Habló su Palabra a su pueblo a través de Moisés y los profetas. Juan nos dice que la Palabra eterna de Dios, la verdadera Luz del mundo, “vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron”. Gran parte del Antiguo Testamento es un registro de cómo Dios siempre fue fiel a su pueblo a pesar de la infidelidad de su pueblo y el rechazo de sí mismo. Juan nos dice que Dios llamó a su pueblo para convertirse en sus hijos adoptivos, pero lamentablemente, muchos rechazaron esta oferta.
3. La Palabra de Dios habitó entre nosotros: Después de evocar el papel de la Palabra de Dios en la creación del mundo y en la guía de Israel, el prólogo de Juan llega al papel de la Palabra de Dios en la plenitud de los tiempos: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. La frase “hizo su morada” es literalmente “plantó su tienda entre nosotros” o “fijó tabernáculo entre nosotros”. A través de la Encarnación, la Palabra de Dios asumió nuestra naturaleza humana y habitó entre nosotros. La Palabra nos reveló la gloria de Dios y nos concedió tanto la gracia como la verdad. Juan destaca cómo la Ley de Moisés fue ineficaz para salvar a la raza humana de la oscuridad del pecado o hacernos hijos adoptivos de Dios. Lo que Jesús, el Hijo eterno de Dios, trae a la humanidad es la Ley de Dios.Oh el mundo es la Verdad, la revelación del amor del Padre, y la gracia que es suficientemente poderosa para otorgarnos la filiación divina.
Conversando con Cristo: Señor Jesús, tú tienes palabras de vida eterna. Tú eres la Palabra de Dios, que hablas la Verdad y otorgas la Vida. Consuélame con tu Palabra, guíame con tu Verdad, lléname de tu Vida.
Vivir la Palabra de Dios: Mirando hacia el año pasado, ¿cómo he vivido como hijo o hija de Dios? ¿Fui un hijo o hija rebelde? Cuando pequé contra el Padre, ¿me arrepentí y recibí su perdón misericordioso en el Sacramento de la Reconciliación? Mirando hacia el próximo año, ¿cómo puedo ser un mejor hijo o hija de Dios?