Daily Reflection

La hora de Jesús

March 15, 2024 | Friday
  • Viernes de la Cuarta Semana de Cuaresma
  • John 7:1-2, 10, 25-30

    Sabiduría 2:1a, 12-22

    Salmo 34:17-18, 19-20, 21 y 23

    Juan 7:1-2, 10, 25-30

    Jesús se movía dentro de Galilea;

    no quiso viajar a Judea,

    porque los judíos intentaban matarlo.

    Pero la fiesta judía de los Tabernáculos estaba cerca.

    Pero cuando sus hermanos subieron a la fiesta,

    él también subió, no abiertamente sino como en secreto.

    Algunos de los habitantes de Jerusalén dijeron:

    “¿No es él a quien están tratando de matar?

    Y mira, está hablando abiertamente y no le dicen nada.

    ¿Podrían haberse dado cuenta las autoridades de que él es el Cristo?

    Pero sabemos de dónde es.

    Cuando el Cristo venga, nadie sabrá de dónde es”.

    Entonces Jesús, mientras enseñaba, gritó en el templo y dijo:

    “Tú me conoces y también sabes de dónde soy.

    Sin embargo, no vine solo

    pero el que me envió, a quien vosotros no conocéis, es verdadero.

    Yo lo conozco porque soy de él y él me envió”.

    Entonces intentaron arrestarlo,

    pero nadie le puso la mano encima,

    porque aún no había llegado su hora.

    Oración inicial: Señor Dios, desde el principio sabías cómo se desarrollaría la historia y tu plan de salvación. Tú guías todas las cosas hasta su consumación. Guíame con tu Espíritu para que pueda cumplir tu santa voluntad y alcanzar la vida eterna contigo.

     

    Encuentro con la Palabra de Dios

    1. Oposición a Jesús: Los judíos, nos dice Juan, estaban tratando de arrestar y matar a Jesús. Anteriormente, en el capítulo cinco, Juan identificó la razón de esta oposición: “Por eso los judíos procuraban con mayor frecuencia matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios” (5 :18). Jesús es plenamente consciente de la creciente oposición a su doctrina, a sus milagros y a su persona. En lugar de ir con sus discípulos a la fiesta, Jesús elige subir a Jerusalén en secreto. La ocasión es la Fiesta de los Tabernáculos, una fiesta de otoño de siete días que sigue al Día de la Expiación (Levítico 23:33-38). La fiesta recordó los cuarenta años que los israelitas vagaron por el desierto, celebraron la presencia de Dios con su pueblo de la Alianza y esperaron con ansias la venida del Mesías. Durante esta época era obligatoria una peregrinación al Templo (Deuteronomio 16:13-15). El profeta Zacarías ve el día en que todas las naciones –y no sólo Israel– – viajará a Jerusalén para la fiesta de adoración al Señor (Zacarías 14:16-19). Jesús no se esconde mientras está en Jerusalén para la fiesta y, en cambio, predica abiertamente. Continúa predicando su mensaje acerca de que el Padre lo envía como el Hijo unigénito para salvar al mundo del pecado y de la muerte.

    2. Los pensamientos de los malvados: El pasaje del Libro de la Sabiduría caracteriza los pensamientos de quienes intentaron matar a Jesús. Los malvados dicen entre sí: “Acosemos al justo, porque nos es detestable; se opone a nuestras acciones, nos reprocha transgresiones de la ley y nos acusa de violaciones de nuestra formación”. En su enseñanza, Jesús a menudo corrigió la mala interpretación de la ley por parte de los fariseos y su abuso de la ley de Moisés para encubrir sus injusticias. La liturgia hoy identifica al justo del Libro de la Sabiduría con Jesús en el Evangelio de Juan. Los malvados piensan que el justo sólo profesa conocer a Dios pero en realidad no lo conoce; piensan que la afirmación de que Dios es su padre es sólo una jactancia: “Profesa tener conocimiento de Dios y se considera hijo del Señor”. No saben que Jesús es el justo que tiene el verdadero conocimiento interior de Dios y que revela su filiación divina mediante signos milagrosos. Jesús nos revela al Padre y dice hoy: “Yo lo conozco, porque vengo de él y él me envió”. Como escribe Mateo: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo” (11:27).

    3. La Hora de Jesús: En el Libro de la Sabiduría, los malvados desean probar al justo para ver si su doctrina es verdadera y si es el Hijo de Dios. Conspiran para injuriar, torturar y condenar al justo a una muerte vergonzosa. Su maldad los ha cegado a la verdad de la afirmación del justo. Esto es exactamente lo que le sucede a Jesús la noche del Jueves Santo y la tarde del Viernes Santo. Los judíos en el Evangelio intentan arrestar a Jesús pero no pueden ponerle la mano encima, porque aún no había llegado la hora de Jesús. Esta hora se mencionó por primera vez en el capítulo dos del Evangelio de Juan cuando María le contó a Jesús sobre la falta de vino. “Mujer”, dice Jesús, “mi hora aún no ha llegado” (Juan 2:4). La hora de Jesús llega tres años después, cuando entró en Jerusalén el Domingo de Ramos. Hacia esta hora Jesús orará: “¿Y qué diré? ¿'Padre, sálvame de esta hora'? No, para esto he llegado a su hora” (12:27).

    Conversando con Cristo: Señor Jesús, tu hora es de amor y de sufrimiento. Bebiste el cáliz amargo del sufrimiento para poder salvarnos de la maldición de la muerte. Lo hiciste por amor a tu Padre y a toda la humanidad. Hiciste esto por amor a mí. Te amo y acojo el cáliz del sufrimiento que me ofreces.

    Viviendo la Palabra de Dios: A lo largo de la Cuaresma, hemos escuchado el llamado a la conversión, a alejarnos del pecado y a creer en Jesús, el Hijo de Dios. Hoy contemplamos a quienes rechazan a Jesús y no lo permiten entrar en sus vidas. Contemplamos también el gran amor de Jesús por nosotros y el don de la filiación divina que nos ha ganado en la Cruz. ¿Cómo he convertido esta Cuaresma? ¿Cómo necesito permitir que Jesús entre en mi vida hoy?

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