Daily Reflection

El Señor se acordó de Ana

January 9, 2024 | Tuesday
  • Martes de la Primera Semana del Tiempo Ordinario
  • Mark 1:21-28

    1 Samuel 1:9-20

    1 Samuel 2:1, 4-5, 6-7, 8abcd

    Marcos 1:21-28

    Jesús llegó a Cafarnaúm con sus seguidores,

    y el sábado entró en la sinagoga y enseñaba.

    El pueblo estaba asombrado de su enseñanza,

    porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

    En la sinagoga de ellos había un hombre con un espíritu inmundo;

    gritó: “¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret?

    ¿Has venido a destruirnos?

    ¡Sé quién eres: el Santo de Dios!

    Jesús lo reprendió y le dijo: “¡Silencio! ¡Sal de él!

    El espíritu inmundo lo sacudió y con un fuerte grito salió de él.

    Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros:

    "¿Qué es esto?

    Una nueva enseñanza con autoridad.

    Manda incluso a los espíritus inmundos y ellos le obedecen”.

    Su fama se extendió por toda la región de Galilea.

     

    Oración inicial: Señor, hoy contemplaré el desarrollo de la historia de la salvación y los acontecimientos que precedieron a la fundación del Reino de David. Ayúdame a ver tu mano en estos acontecimientos para que pueda darme cuenta de que tú también guías mi vida y me cuidas como a tu hijo.

     

    Encuentro con la Palabra de Dios

     

    1. La inversión de fortunas: Uno de los temas generales del Primer y Segundo Libro de Samuel se encuentra en la canción de Ana. Ella proclama el “cambio de suerte” y la forma en que Dios derriba a los orgullosos y exalta a los humildes. El Libro de Samuel nos contará sobre la caída del sacerdote Elí y el ascenso del profeta Samuel. Además, escucharemos sobre la caída del rey Saúl y el ascenso del rey David.

     

    2. La consagración de Samuel: Ana promete que si su oración por un niño es concedida, entonces su futuro hijo tomará el voto nazareo (ver Números 6:1-21). Una persona que hace el voto está dedicada al Señor y promete no beber vino ni alcohol, promete no cortarse el cabello y promete no tocar un cadáver. Samuel, el hijo de Ana, se dedicará como nazareo, no sólo por un tiempo, sino durante toda su vida. La consagración de Samuel a Dios contrasta con la de Elí, que no está tan familiarizado con Dios que confunde la oración de Ana con la embriaguez. Elí será abatido y Samuel será exaltado.

    3. Deshacer el reinado del diablo: Cuando miramos la historia humana, vemos cómo ha sufrido bajo el poder del maligno. El verdadero cambio de suerte ocurre con Jesús. El Evangelio de hoy narra cómo el reinado deel diablo se está acabando y cómo el reino de Dios es inaugurado por Jesús.   Jesús manifiesta la autoridad divina al reprender y expulsar el espíritu inmundo. Jesús silencia al espíritu inmundo porque la proclamación de la identidad y misión de Jesús como el Mesías se desarrollará gradualmente a lo largo del ministerio público de Jesús. En su juicio ante el Sanedrín, a Jesús le preguntarán si es el Mesías, el Hijo de Dios. En lugar de responder “¡Silencio!” como lo hace hoy, Jesús responderá con el nombre divino “YO SOY” (Marcos 14:62).

    Conversando con Cristo: Señor, confío en que guías todas las cosas y diriges el curso de la historia humana. A veces puede parecer que el mal tiene la ventaja. Sé que humillarás a los orgullosos y exaltarás a los pobres y humildes. Ayúdame hoy a estar entre los pobres exaltado a tu diestra en gloria.

    Resolución: ¿ Cuándo fue la última vez que rompimos en oración y agradecimos como Ana por las grandes cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas? Aunque nuestras vidas puedan estar marcadas más por el sufrimiento, las pruebas y el fracaso, tenemos mucho que agradecer, especialmente el don de la existencia y la vida. Dios no necesitaba crearnos ni llamarnos a la vida eterna. Y, sin embargo, en un plan de pura bondad, eso es lo que hizo. Y cuando fallamos, Dios no nos abandonó sino que envió a su Hijo para redimirnos y salvarnos y ofrecernos el don de la vida divina. ¡Por siempre debemos cantar la bondad del Señor y regocijarnos en el Señor nuestro Salvador!

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