- Sábado de la XXIX semana del Tiempo ordinario
¿De quién es la culpa?: Jesús fue firme en su enseñanza sobre el sufrimiento: los que sufrían no eran diferentes de los que hablaban con él. Dijo algo similar cuando él y los discípulos pasaron junto a un hombre ciego de nacimiento, y los discípulos preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?" (Juan 9:2). Jesús respondió: “Ni él pecó ni sus padres... es para que las obras de Dios se manifiesten a través de él” (Juan 9:3). Jesús estaba rechazando la noción de la gente de que el pecado causa sufrimiento. Entendemos mal si pensamos que nuestras cruces son un castigo de Dios. Por el contrario, hay un gran poder espiritual en el sufrimiento por la gloria de Dios, incluso cuando no sufrimos “perfectamente”. “El sufrimiento es el mejor regalo que tiene para darnos. Lo da sólo a sus amigos elegidos” (Santa Teresa de Lisieux).
Dar Fruto: Cada uno de nosotros tiene una vocación personal que solo nosotros podemos cumplir. Al usar nuestros dones y talentos, damos gloria a Dios. San Juan Pablo II escribió: “Dios con su llamada llega al corazón de cada individuo, y el Espíritu, que mora en lo profundo de cada discípulo, se da a sí mismo a cada cristiano con diferentes carismas y signos especiales. Cada uno, por tanto, debe ser ayudado a acoger el don que le ha sido confiado como una persona completamente única, ya escuchar las palabras que el Espíritu de Dios le dirige personalmente” (Pastores Dabo Vobis, 1992). Una buena manera de discernir si estamos cumpliendo la voluntad de Dios y dando frutos es practicar un Examen diario.
La paciencia de Dios: Dios proporciona la gracia para ayudarnos a dar fruto a través de los sacramentos, las Escrituras, las enseñanzas de la Iglesia y los ejemplos de los santos. Él es paciente, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9), pero vendrá el ajuste de cuentas. Seremos responsables por lo que hemos hecho o dejado de hacer en nuestras vidas. Jesús dice: “No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos” (Mateo 7:21). Ahora es nuestra oportunidad de poner nuestra fe en acción para que nuestra vida dé el fruto que Dios nos pide.
Luke 13:1-9
Algunas personas le contaron a Jesús acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Él les dijo en respuesta: “¿Piensan que debido a que estos galileos sufrieron de esta manera, eran más pecadores que todos los demás galileos? ¡De ninguna manera! ¡Pero yo les digo que si no se arrepienten, todos perecerán como ellos! O esas dieciocho personas que murieron cuando la torre de Siloé cayó sobre ellos, ¿crees que eran más culpables que todos los demás que vivían en Jerusalén? ¡De ninguna manera! ¡Pero yo les digo que si no se arrepienten, todos ustedes perecerán como ellos!”. Y les contó esta parábola: “Érase una vez un hombre que tenía plantada una higuera en su huerto, y cuando vino a buscar fruto en ella, y no lo halló, dijo al labrador: 'Hace tres años que tengo vienen en busca de frutos en esta higuera y no los han encontrado. Así que córtalo. ¿Por qué debería agotar el suelo? Él le respondió: 'Señor, déjalo también para este año, y yo cultivaré la tierra alrededor de él y lo fertilizaré; puede dar frutos en el futuro. Si no, puedes cortarlo'”.
Oración de apertura: Padre, me llamas no solo a creer sino a actuar. Me llamas no solo a guardar los Diez Mandamientos sino a servir. Al entrar en esta oración, te ofrezco todo mi ser. Creo que me estás mostrando lo que significa vivir para ti día a día. Confío en que me darás la gracia que necesito para vivir en fidelidad a lo que me pides. Te ofrezco mi amor y te pido que me ayudes a profundizar ese amor. Dios, ayúdame a mantener mi enfoque en amarte y vivir tu santa voluntad a partir de ese amor.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Padre mío, tú eres la fuente de mi vida. Tú me creaste, y cada minuto quiero vivir una vida que irradie tu amor y bondad. Quiero dar frutos que atraigan a otros hacia ti. Quiero encontrar la alegría en el don de poder participar en tu acción permanente en el mundo. Padre, ayúdame a crecer en mi compromiso de construir tu Reino tanto dentro de mí como en el mundo que me rodea.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia recordaré al menos un caso en el que he sentido tu llamado y he respondido fielmente, y consideraré con gratitud el fruto que resultó.
Para reflexionar más: Reflexione sobre el llamado de Dios al considerar la pintura La vocación de San Pedro y San Andrés de Domenico Ghirlandaio (1481) .