Daily Reflection

Siervo bueno y fiel

August 27, 2022 | Saturday

Jennifer Ristine

  • Memorial de Santa Mónica
  • Matthew 25:14-30

    “Otra vez será como un hombre que, al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les confió sus bienes. A uno le dio cinco bolsas de oro, a otro dos bolsas y a otro una bolsa, a cada uno según su capacidad. Después él continuó con su viaje. El hombre que había recibido cinco sacos de oro fue inmediatamente y puso su dinero a trabajar y ganó cinco sacos más. Así también, el que tenía dos bolsas de oro ganó otras dos. Pero el hombre que había recibido una bolsa se fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. El hombre que había recibido cinco bolsas de oro trajo las otras cinco. 'Maestro', dijo, 'usted me confió cinco bolsas de oro. Mira, he ganado cinco más. Su amo respondió: '¡Bien hecho, buen y fiel siervo! En lo poco has sido fiel; Te pondré a cargo de muchas cosas. ¡Ven y comparte la felicidad de tu amo! Vino también el hombre con dos bolsas de oro. 'Maestro', dijo, 'usted me confió dos bolsas de oro; mira, he ganado dos más.' Su amo respondió: '¡Bien hecho, buen y fiel siervo! En lo poco has sido fiel; Te pondré a cargo de muchas cosas. ¡Ven y comparte la felicidad de tu amo! Entonces vino el hombre que había recibido una bolsa de oro. 'Maestro', dijo, 'conocía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Así que tuve miedo y salí y escondí tu oro en la tierra. Mira, esto es lo que te pertenece. Su amo respondió: '¡Siervo malvado y perezoso! ¿Sabías, pues, que cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí? Pues bien, debiste haber puesto mi dinero en depósito con los banqueros, para que cuando volviera me lo hubieran devuelto con intereses. Entonces quítale la bolsa de oro y dásela al que tiene diez bolsas. Porque al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y echad fuera a ese siervo inútil, a las tinieblas, donde será el llanto y el crujir de dientes'”.

    Oración inicial: Señor Jesús, concédeme que llegue a un verdadero conocimiento de ti y reconozca los dones que me das para desarrollar y poner al servicio de los demás.

    Encuentro con Cristo:

    1. Concepto de Dios: La parábola de Jesús de los talentos de oro nos ofrece perspectivas sobre diferentes actitudes hacia Dios y sus dones. Se ofreció oro a tres hombres, cada uno haciendo con él lo que mejor le pareciera. El que mucho lo había invertido y trajo de vuelta un retorno. El que tenía sólo dos hizo lo mismo. Pero el hombre con un simple talento de oro lo escondió por miedo para devolverlo exactamente como se lo dio. Quizás, en lo más profundo del corazón de cada hombre, yace un concepto particular de Dios. El hombre con un talento de oro vio al Señor como exigente, alguien a quien temer. Trató lo que Dios había recibido no como un regalo sino como una carga que no debía perder en caso de ser castigado. Por el contrario, los demás vieron lo que se dio como un regalo. Compartieron voluntariamente la generosidad de su amo y la invirtieron con confianza en el dador. ¿Cómo percibimos a Dios y los dones que nos da?

    2. Mis talentos de oro: Al igual que los hombres de la parábola de hoy, la gracia de Dios nos ha hecho mayordomos de muchos dones. He aquí una lista de algunos talentos de los cuales somos custodios: creación, padres, cónyuge, hijos, amigos, feligreses, compañeros de trabajo, elementos materiales adquiridos con el tiempo, trabajo, tiempo, dinero, espacio, salud, energía física y mental, educación , conocimientos, habilidades, cualidades humanas, dones espirituales e incluso sufrimiento. Alabemos al Señor por cada uno y preguntemos cómo le gustaría que los usáramos para su mayor honra y gloria.

    3. La promesa: Jesús dijo: “Porque al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia”. Este misterio se comprende sólo en el contexto de nuestra relación con Dios. Es magnánimo y deseoso de nuestra participación en su misma vida. Él quiere colmarnos con toda buena dádiva. Pero no puede dar donde la puerta está cerrada a su dar. El miedo limita su acción y cierra la puerta a participar en su generosidad. Cuando dejamos de lado nuestro miedo –miedo al cambio, miedo a hacer las cosas bien, miedo a lo que pensarán los demás– nos abrimos a colaborar con Dios y recibir todos los dones que necesitamos para ser sus discípulos y amigos.

    Conversando con Cristo: Señor Jesús, gracias por el tremendo don de tu amistad. Todo lo que tienes es mío, y todo lo que tengo es tuyo. Déjame devolvértelo, habiendo invertido bien en los dones que me has dado.

    Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, reflexionaré sobre mis dones y lo bien que soy un mayordomo amoroso y agradecido.

    Para mayor reflexión: La mayordomía tiene sus raíces en las Escrituras, reconociendo que nosotros, como individuos, no somos dueños de nuestras vidas, sino mayordomos o administradores. La mayordomía, simplemente, es reconocer que todo lo que tenemos y es un regalo de Dios y ser agradecido y generoso con esos regalos.

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