- Jueves de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
El bueno, el feo y el malo: Como pescadores, muchos al escuchar estas palabras de Jesús estaban familiarizados con el escenario que él describía. En su trabajo diario, habría sido una rutina lanzar una red hasta que estuviera llena de peces y luego clasificar qué peces eran lo suficientemente buenos para comer o vender y cuáles debían descartarse. Escuchamos una alegoría similar anteriormente en el Evangelio de Mateo (Mateo 3:12) cuando Jesús habló de estar "listo para separar la paja del trigo con su aventador". Así como un agricultor separaría y descartaría la paja sin valor del valioso trigo, Jesús separará el pecado y el mal de su iglesia, el mundo y nuestras comunidades al final de los tiempos. Hasta entonces, lo bueno, lo malo y lo feo seguirán existiendo como parte de nuestro mundo caído.
Los malvados y los justos: Es fácil convencerse de nuestra justicia y denunciar la maldad de cualquiera que no esté de acuerdo con nosotros. Lamentablemente, dentro de nuestra Iglesia, país y familias, a menudo escuchamos proclamar este falso sentido de estar “en el lado correcto” de la teología, la política o un conflicto familiar. Estas parábolas nos dicen claramente que la maldad y la justicia seguirán luchando en nuestra Iglesia, nuestras comunidades, nuestras familias y nuestras almas. Con la excepción de la Santísima Madre y el mismo Jesús, nunca ha habido un ser humano que sea completamente justo y sin pecado. Uno de los trucos favoritos del diablo es lograr que nos concentremos en la paja en el ojo de nuestro hermano mientras ignoramos la viga en el nuestro. En lugar de lamentarnos por el estado del mundo, nos volvemos a Dios, pidiéndole la gracia de buscar nuestra propia santidad y desarraigar nuestro propio pecado.
Lo nuevo y lo viejo: un buen administrador del hogar cuida cuidadosamente las áreas de almacenamiento de forma regular y elimina la basura, el desorden y los artículos que no aportan valor a su hogar. De manera similar, “despejamos” nuestras almas cuando aprovechamos el sacramento de la Reconciliación, vemos a nuestro director espiritual y buscamos atención de salud mental si es necesario. Pedimos la ayuda de Dios para limpiar nuestras almas del pecado, las tendencias pecaminosas, las narrativas mentales negativas y todo tipo de basura espiritual que nos impide ser la persona que Dios nos creó para ser. Él nos restaura y entra con su gracia para llenarnos hasta rebosar de su abundante bondad.
Matthew 13:47-53
Jesús dijo a los discípulos: “El Reino de los Cielos es como una red arrojada al mar, que recoge peces de todas clases. Cuando está lleno, lo sacan a tierra y se sientan a poner lo bueno en baldes. Lo que es malo lo tiran. Así será al final de la era. Los ángeles saldrán y separarán a los impíos de los justos y los echarán en el horno de fuego, donde habrá llanto y crujir de dientes. ¿Entiendes todas estas cosas? Ellos respondieron: “Sí”. Y él respondió: “Entonces todo escriba que ha sido instruido en el Reino de los Cielos es como un cabeza de familia que saca de su almacén tanto lo nuevo como lo viejo”. Cuando Jesús terminó estas parábolas, se alejó de allí.
Oración de apertura: Señor, hoy vengo ante ti buscando tu sabiduría mientras avanzo en mi día. Por favor, abre mis ojos y mi corazón a tu amable guía y a las oportunidades de servirte a ti y a tu gente hoy. Aumenta mi conciencia de las áreas de mi vida que necesito entregarte para que me ayudes.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Señor, concédeme paciencia y amor cuando me encuentre con quienes piensan, hablan y actúan de manera diferente a la mía. Enséñame a ver a cada persona que encuentro como tú la ves, con ojos de amor y deseo por su bien. Cura mi corazón, mi mente y mi alma y lléname de amor por el bien y de odio por el pecado. Evita que juzgue a los demás, y cuando me sienta tentado a juzgar, recuérdame amablemente mi propia necesidad de perdón.
Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, rezo esta oración de San Ignacio de Loyola:
Toma, Señor, y recibe mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad. Todo lo que soy y tengo es tu regalo para mí. Ahora te los devuelvo. Dame sólo tu amor y tu gracia; con estos, soy bastante rico y no deseo más.
Para mayor reflexión: La Segunda Venida del Señor y el Juicio Final , por el P. Guillermo Saunders.