Matthew 13:44-46

Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los Cielos es como un tesoro enterrado en un campo, que uno encuentra y vuelve a esconder, y lleno de alegría va y vende todo lo que tiene y compra ese campo. De nuevo, el Reino de los Cielos es como un mercader que busca perlas finas. Cuando encuentra una perla de gran precio, va y vende todo lo que tiene y la compra”.

Oración de apertura: Señor, gracias por el tesoro de este nuevo día. Lléname con la fe, la esperanza y el amor que necesito para reflejar tu gracia. Conforma mi voluntad a la tuya para que los demás te vean en mí.

Encuentro con Cristo:

1. El reino de los cielos es como...: La mayoría de las personas en su camino hacia la madurez buscan el sentido de la vida. Tal vez la búsqueda es por un “poder superior”, algo fuera de nosotros o más allá de nuestra capacidad de comprensión, alguna “energía”. En realidad, estamos buscando un Dios mucho más personal que cualquiera de esos conceptos. Cuando nos encontramos con Jesús, hemos encontrado el Reino de los Cielos. Descubrimos que Jesús es alguien con quien anhelamos pasar tiempo y acercarnos más. Aprendemos que él nos conoce mejor que nosotros mismos. “Porque tú formaste mis entrañas, me formaste en el vientre de mi madre” (Salmo 139:13). Conocer a Jesús da sentido a nuestra vida. El Reino de los Cielos nace y crece en nuestras almas hasta que un día se realizará plenamente en la eternidad.

2. La Búsqueda: Usamos nuestros recursos para comprar la perla de gran precio y luego descubrimos que tomará toda una vida apreciar y entender completamente este tesoro. San Pablo explica: “Porque ahora vemos por espejo, oscuramente, pero entonces veremos cara a cara. Ahora sé en parte; entonces entenderé completamente, así como he sido completamente entendido” (1 Corintios 13:12). Debido a que estamos atados por nuestra humanidad en la Tierra, nuestro camino hacia la santidad será uno de altibajos. “Los comienzos y los nuevos comienzos son importantes en la vida espiritual”. (Cumplimiento de Todo Deseo, p.18). A veces podemos sentir la presencia de Dios y en otros momentos experimentar sequedad e incluso abandono. Ya sea en el consuelo o la desolación, oramos sin cesar (1 Tesalonicenses 5:16). “La inmortalidad le es dada al que persevera; se ofrece la vida eterna; el Señor promete su Reino” (San Cipriano de Cartago).

3. El Precio de Venta: Desde el comienzo de la Iglesia, muchos cristianos han pagado un alto precio para seguir a Jesús. Han soportado persecuciones, sufrimientos y martirios. A medida que pasamos tiempo en oración acercándonos más a Cristo, somos transformados lentamente y nos encontramos dispuestos a hacer sacrificios costosos: diezmar, desprendimiento de los bienes materiales, obras de misericordia y muchos otros sacrificios personales. Llenos de celo, nos involucramos en iniciativas apostólicas que fluyen naturalmente a medida que florece nuestro deseo de compartir a Cristo con los demás. De hecho, nos convertimos en faros que señalan a otros a un campo donde ellos también pueden encontrar el tesoro.

Conversación con Cristo: Señor, te amo y estoy muy agradecido por tu profundo y personal amor por mí. Ayúdame a continuar alimentando este amor a través de la oración y el servicio a ti. Ayúdame a perseverar en mi oración y sacrificios. Eres el sentido de mi vida. Quiero conocerte, amarte y servirte en esta vida para poder estar contigo en la próxima.

Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, contemplaré y revisaré mis iniciativas apostólicas y reflexionaré más profundamente sobre lo que estoy llamado a hacer para acercar las almas a ti.

Para una mayor reflexión: El cumplimiento de todo deseo , por Ralph Martin.