Daily Reflection

Cuándo y cómo hablar

June 20, 2022 | Monday

Janet McLaughlin

  • Lunes de la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario
  • Matthew 7:1-5

    Jesús dijo a sus discípulos: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados. Porque como juzguéis, seréis juzgados, y se os medirá la medida con que midáis. ¿Por qué notas la astilla en el ojo de tu hermano, pero no percibes la viga de madera en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Déjame quitarte esa astilla de tu ojo', mientras la viga de madera está en tu ojo? Hipócrita, quítate primero la viga de madera de tu ojo; entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

    Oración de apertura: Padre, soy débil y caigo a menudo, pero nunca me dejas. Me amas y deseas confiar en tu perdón y misericordia. Ayúdame a verme a mí mismo ya los demás a través de tus ojos de amor. Padre, en este tiempo de oración, ayúdame a darme cuenta cuando juzgo y condeno a otros mientras excuso mis propias faltas. Porque sé que me amas, Señor, confío en que me lo demuestres. En la fe, abrazo el ejemplo de Cristo de confianza en vosotros y de amor por toda la humanidad. Concédeme la gracia de vivir en humildad, caridad y paciencia con aquellos en quienes veo faltas.

    Encuentro con Cristo:

    1. ¿Juzgar?: En este pasaje recibimos un mensaje muy claro acerca de juzgar a nuestro prójimo: ¡no lo hagas! Sin embargo, unos versículos más adelante (Mateo 7:15-19), se nos anima a ejercitar el pensamiento crítico: “Guardaos de los falsos profetas” y “Por sus frutos los conoceréis”. ¿Qué podemos sacar de esto? Si bien no debemos condenar a otros, necesitamos discernir lo que es verdadero y bueno de lo que es falso. El discernimiento es esencial para seguir fielmente al Señor. En el discernimiento buscamos la voluntad de Dios para unirnos a ella y hacer lo que él nos llama a hacer. Parte del discernimiento es la conciencia del impacto que las influencias externas tienen sobre nosotros, y eso requiere evaluación o pensamiento crítico. Nos preguntamos si esa influencia nos acerca o nos aleja de Dios, aunque sea gradualmente. Al considerar las influencias en nuestra vida, nos preguntamos: “¿Se ajusta a la verdad enseñada por la Santa Madre Iglesia? ¿Fomenta el individualismo y la autosuficiencia o fomenta la dependencia y la obediencia a Cristo?”

    2. Humildad y caridad: ¿Por qué a menudo parece que vemos más fácilmente lo que los demás hacen mal que lo que hacen bien? La humildad y la caridad van de la mano. La humildad nos permite ver nuestras propias debilidades y defectos y simpatizar con los demás. La humildad nos permite reconocer nuestra propia necesidad de la misericordia de Dios y así comprender y perdonar las faltas de los demás. Solo Dios sabe toda la historia detrás del comportamiento de alguien. Debemos tratar de centrarnos en las cosas buenas del otro, las virtudes de uno, y excusar las faltas de uno tanto como sea posible, y cuando no podamos excusarlas, seguir el consejo de San Francisco de Sales: “…permítanos al menos hacerlo digno de compasión atribuyéndole la causa más favorable que podamos, como la ignorancia o la debilidad» (Introducción a la vida devota, III, 28). Estamos llamados a amar como Cristo amó, y su amor no dependía del comportamiento. En caridad, rezamos por los demás y nos sacrificamos en reparación por sus acciones.

    3. Hablar con caridad: Un elemento clave de la vida cristiana es la caridad en el habla. Algunos de nosotros podemos recordar que nos dijeron que cuando hablamos de los demás, debemos preguntarnos: “¿Es verdad? ¿Es amable o bueno? ¿Es necesario o útil?” Si lo que queremos decir no pasa las tres pruebas, no lo decimos. Sin embargo, a veces, podemos ser llamados a una corrección fraterna y gentil (Mateo 18:15-17). La caridad, y particularmente la caridad en el discurso, no significa evitar todo conflicto posible. A veces tenemos que denunciar una injusticia o un comportamiento dañino. De hecho, el Catecismo identifica la corrección fraterna como una exigencia de la caridad (cf. CIC 1829), y esa caridad debe manifestarse en lo que se dice. Esto requiere un autoexamen de los propios motivos y humildad acerca de las propias faltas. Hay que pedir fuerza y paciencia para responder a cualquier ira con humildad y caridad. Además, hay que estar siempre preparados para recibir la corrección fraterna con caridad y humildad, por difícil que sea.

    Conversando con Cristo: Señor, cuando miro tu vida, veo tu amor por los que se te opusieron, los que te torturaron y los que te dieron muerte. Nadie estaba fuera del alcance de tu amor. Incluso cuando tus discípulos discutían entre ellos sobre quién era el más grande o querían hacer descender el fuego sobre aquellos que no los recibirían, tú los amabas y tuviste paciencia con ellos. Ayúdame a tener el mismo tipo de paciencia con aquellos que son diferentes a mí, con aquellos en quienes encuentro fallas. Ayúdame a amarlos como tú los amaste. Abre mi corazón para ver mi propia debilidad y así crecer en comprensión y misericordia por los demás.

    Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, estaré particularmente atento a mis pensamientos y palabras de hoy y me esforzaré por hablar palabras de aliento y ánimo para los demás. Cuando me encuentre viviendo en pensamientos negativos, rezaré la Oración de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”.

    Para mayor reflexión: Homilía del Papa Francisco en la Parroquia de San Crispín de Viterbo en Roma 2019, abordando este pasaje del Evangelio.

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