Daily Reflection

Ensanchando Nuestros Corazones

May 6, 2022 | Friday

Janet Scanlan

  • Viernes de la Tercera Semana de Pascua
  • John 6:52-59

    Los judíos riñeron entre sí, diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Jesús les dijo: “Amén, amén, les digo, a menos que coman la Carne del Hijo del Hombre y beban su Sangre, no tienen vida dentro de ustedes. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida. Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente y tengo vida por causa del Padre, así también el que se alimenta de mí tendrá vida por causa de mí. Este es el pan que descendió del Cielo. A diferencia de vuestros antepasados que comieron y aun así murieron, el que come de este pan vivirá para siempre”. Estas cosas dijo mientras enseñaba en la sinagoga de Capernaum.

    Oración de apertura: Señor, vengo a ti ahora en este tiempo de oración para pedirte comprensión. Quiero experimentar tu gran amor por mí y recordar que diste tu misma vida para que yo pudiera tener vida eterna. Señor, me amas más que a la vida misma. Por favor, ensancha mi corazón para recibir tu amor.

    Encuentro con Cristo:

    1. A menos que comas: Los judíos comenzaron a pelear. Jesús sabía que este concepto era muy difícil, virtualmente imposible, para ellos entenderlo porque no solo era filosóficamente desafiante para los judíos del primer siglo, sino que también era completamente repugnante. Sus leyes eran claras. Se les prohibió comer sangre, porque la sangre es vida, y no comerán la vida con la carne (Deuteronomio 12:23). Sin embargo, Jesús agregó la palabra “a menos que” y volvió sus corazones al verdadero propósito de vivir. Santo Tomás de Aquino decía que, aunque en todos los sacramentos está presente el poder de Cristo, en la Eucaristía está presente el mismo Cristo. Es primordial la centralidad de la Eucaristía, el eje sobre el que gira nuestra vida y la vida de la Iglesia. ¡Qué gran don y qué profundo misterio es la Eucaristía! Ver no siempre es creer. Primero debemos ejercitar el gran don de nuestra fe para poder ver.

    2. Presencia Viva: Jesús enseñó que Dios el Padre es su misma vida. Su propia relación vital con el Padre fluye hacia sus seguidores a medida que nos alimentamos de él. Hoy, la presencia viva de Cristo irradia vida desde todos los tabernáculos del mundo. Su invitación a “permanecer” en él es esencial para nuestro bienestar espiritual porque nos dijo, “separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Nos hacemos partícipes de la vida divina al consumir a Cristo en el sacramento de la Sagrada Comunión. ¡Que seamos verdaderamente la presencia viva de Cristo para los demás en este mundo!

    3. Miedo a morir: El pueblo de Israel comió el maná en el desierto y aun así murió. Jesús recordó esto a sus oyentes para resaltar la afirmación radical que estaba haciendo sobre la Eucaristía. Este pan, que es su carne, es “real, verdadera y sustancialmente” (CIC 1374) diferente. Es el pan del Cielo, y por su muerte y Resurrección, Cristo unió el Cielo y la Tierra. Él venció a la muerte y nos ha dado la oportunidad de confiar en él y así despojarnos de cualquier temor a la muerte. Como dijo el mártir San Ignacio de Antioquía: “El amor eucarístico de Jesús es 'la medicina de la inmortalidad'”.

    Oración final: Señor, sé que no puedo hacer la vida por mi cuenta y que te necesito. Ayúdame a recibir dignamente la Eucaristía, a pasar tiempo contigo en adoración, a crecer en santidad y amor para poder servirte en los demás. Fortaléceme con tu gracia y ensancha mi corazón para amar y servir más perfectamente.

    Resolución: Señor, hoy por tu gracia ayúdame a recordar que cuando sirvo y amo a los demás, te estoy sirviendo y amando.

    Para mayor reflexión: Lea el Catecismo de la Iglesia Católica 1382-1401 sobre la naturaleza y los beneficios de la Sagrada Comunión.

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