- Martes de la Segunda Semana de Pascua
El Espíritu Santo como Viento: Numerosos pasajes del Antiguo Testamento son referenciados en este eterno y hermoso diálogo entre Nicodemo y Nuestro Señor. El viento que sopla donde quiere nos recuerda la suave brisa en la que Elías se encontró con el Señor (1 Reyes 19:11-13). El Señor no estaba en el terremoto, ni en el fuego, sino en el leve susurro de la brisa. Quizá al recordar esta imagen con Nicodemo –y con nosotros– el Señor Jesús quiera recordarnos que su Espíritu es el verdadero artífice de la santidad y que no nos pide que tengamos el control, sino que nos prestemos, enteramente, en la fe a a él.
El Espíritu Santo levanta: Nuestro Señor hace referencia a otro pasaje del Antiguo Testamento, aquí: Números 21:1-9, cuando la serpiente de bronce en la vara hecha por Moisés traía sanidad a aquellos que la miraban. El Papa Benedicto XVI comenta este pasaje en una homilía (ver enlace más abajo). Él dice: “St. Juan ve precisamente en el misterio de la cruz el momento en que se revela la verdadera gloria de Jesús, la gloria de un amor que se entrega totalmente en la Pasión y muerte. Así, paradójicamente, de signo de condenación, muerte y fracaso, la cruz pasa a ser signo de redención, vida y victoria, por la fe se pueden recoger los frutos de la salvación”. Quizás en la oración podamos hacer una pausa e invitar a este mismo Espíritu Santo a que ilumine en nuestros propios corazones dónde necesitamos que el Señor sea levantado, en su cruz gloriosa, sobre las luchas, los sufrimientos y las dudas en nuestros corazones hoy.
El Espíritu Santo da vida eterna: “El Señor, dador de vida”, rezamos en el Credo de Nicea. Este es también el título que San Juan Pablo II le dio a su carta encíclica sobre el Espíritu Santo, porque para esto ha venido el Espíritu: para darnos la vida eterna. El Señor ha ganado esta vida para nosotros a través de su sufrimiento, muerte y resurrección. No nos sorprendamos ni tengamos miedo cuando la salvación se vive en nuestras historias individuales a través de una participación en el sufrimiento, la muerte y la promesa de resurrección de Cristo. Que aprendamos a escuchar los susurros del Espíritu Santo a lo largo del camino de nuestra vida.
John 3:7-15
Jesús le dijo a Nicodemo: “'Tienes que nacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere, y puedes oír el sonido que hace, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es con todo aquel que es nacido del Espíritu.” Nicodemo respondió y le dijo: "¿Cómo puede suceder esto?" Respondió Jesús y le dijo: ¿Tú eres el maestro de Israel y no entiendes esto? Amén, amén, les digo, hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si os hablo de cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de cosas celestiales? Nadie ha subido al Cielo sino el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.
Oración de apertura: Padre Celestial, enviaste a tu Hijo al mundo para que yo pueda conocerlo; me das tu Espíritu para que pueda nacer de nuevo en ti. Me das la vida, y te lo agradezco. Permítanme hacer una pausa, en este tiempo de oración. Recuérdame estas verdades; habla tu palabra vivificante a mi corazón. Creo en ti; aumentar mi fe. Confío en ti; aumentar mi esperanza. Y Señor, te amo. Déjame conocerte más.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Jesús, tú prometes la vida eterna a tus seguidores, ser exaltado, por nuestro bien, y atraer todas las cosas hacia ti. Señor, atráeme hacia ti, aunque la escalera hasta tu corazón sea una cruz. Enséñame a escuchar a tu Espíritu ya responderte, paso a paso, en la fe, la esperanza y el amor.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia me esforzaré por estar atento a los susurros de tu Espíritu Santo. Al final de mi día, haré una pausa y reflexionaré sobre dónde y cómo te has hecho presente.
Para mayor reflexión: Es posible que desee leer y orar con la homilía del Papa Emérito Benedicto XVI mencionada en esta meditación.