- Lunes de la Segunda Semana de Cuaresma
Estándares: Jesús comenzó esta enseñanza con una frase reveladora: tal como. Él nos invita a ser misericordiosos, pero no según nuestras propias normas. Él mismo es ese estándar. Está claro en el Antiguo Testamento, por ejemplo, que con demasiada facilidad volvemos a convertirnos en el estándar. Mira el viaje del Pueblo Elegido a la Tierra Prometida. Vacilaban constantemente entre seguir al Señor, que los había elegido y les enseñaba a ser suyos, o buscar otros dioses que pudieran moldear a su propia imagen. Incluso en el Nuevo Testamento, vemos esta misma tendencia entre los Doce Apóstoles. Los otros diez estaban enojados con Santiago y Juan, por ejemplo, no tanto porque querían los asientos de honor al lado de Jesús, sino porque los dos hermanos lo pidieron antes que ellos (Marcos 10:35).
Así como: El estándar que Jesús vino a revelar pone nuestras tendencias humanas en su lugar. Hacer de nuestro entendimiento miope la vara de medir no sirve para seguir al Señor. Tampoco nuestras medidas de importancia o valor humano. Dios mismo es la medida. No estamos llamados a perdonar una o dos veces, sino como Dios nos perdona (Mateo 18:21). Estamos llamados a dar, a medirnos con los demás, con la medida misma de Dios; no juzgando a los demás, lo que lleva a la condenación, sino con un corazón abierto y generoso que da perdón y misericordia.
Misericordia: Sólo cuando experimentamos que el único que puede juzgar al mundo nos tiende la mano en misericordia; sólo cuando experimentamos en carne propia, en nuestra propia vida, en nuestra historia personal, que el único que podía condenarnos se ha ofrecido a sí mismo en nuestro lugar; sólo cuando experimentamos que él, de quien brota todo bien, se derrama en generosidad y gratuidad en nuestros corazones, no porque lo merezcamos, sino porque nos ama; en efecto, cuando experimentamos estas cosas, nos cambian verdaderamente, desde dentro, haciéndonos capaces de dar ese mismo amor a los demás. Necesitamos experimentar esta misericordia de Dios diariamente.
Luke 6:36-38
Jesús dijo a sus discípulos: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. Deja de juzgar y no serás juzgado. Deja de condenar y no serás condenado. Perdona, y serás perdonado. Dad y se os darán regalos; una buena medida, bien llena, remecida y rebosante, se derramará en vuestro regazo. Porque la medida con que midáis, os será medida.”
Oración de apertura: Padre Celestial, te revelas a mí como el misericordioso dador de dones. Tú mismo eres ese don y deseas compartir una parte de tu corazón conmigo en este tiempo de oración. Concédeme entrar en este sagrado espacio y tiempo de encuentro contigo, y abre mi corazón para recibir las gracias que tan generosamente me das. Eres Dador, Dios, y te alabo por tu generosidad. Aunque sea pequeño, te doy también mi corazón, para que me llenes de ti y te entregues a los demás a través de mí.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Jesús, reconozco mi necesidad de tu misericordia; Abro mi corazón y aquieto mi mente ante ti. Déjame experimentar tu mirada, tu bondad, tu generosidad. Tú eres verdaderamente el Dador de regalos, Jesús, y eres el regalo más grande. Permíteme experimentar tu amor más profundamente para que puedas hacerme también tu instrumento para los demás.
Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, me esforzaré por ofrecer una expresión real y práctica de misericordia a alguien a quien he estado luchando por perdonar.
Para mayor reflexión: Si lo desea, puede orar la letanía de la humildad a la luz de la invitación de Jesús en el Evangelio de hoy.