- Viernes de la Primera Semana de Cuaresma
Entrando al Cielo: “Os digo, a menos que vuestra justicia supere la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” Aquellos que escuchaban a Jesús debieron quedar impactados por lo que dijo por tres razones. Primero, los fariseos y escribas eran considerados los árbitros de Dios y su ley. Ninguna persona común consideraría cuestionar su autoridad en público. En segundo lugar, los fariseos eran estrictos observadores de la ley, adhiriéndose a las leyes y tradiciones orales. Los escribas tradujeron y enseñaron la ley de Dios. ¿Cómo podría alguien ser más justo que ellos? Finalmente, Jesús estaba abriendo un camino para que la persona común accediera al Cielo. Con la pesada carga de las más de seiscientas leyes que se esperaba que cumplieran los judíos, el cielo se consideraba imposible para el hombre o la mujer ordinarios.
Siguiendo los Mandamientos: “Oísteis que fue dicho a vuestros padres: No matarás; y cualquiera que matare será reo de juicio. Pero yo os digo, cualquiera que esté enojado con su hermano estará sujeto a juicio, y cualquiera que le diga a su hermano, Raqa, será responsable ante el Sanedrín, y cualquiera que diga, 'Necio', estará sujeto a la feroz Gehena. ” Jesús nos estaba enseñando que las tentaciones sutiles pueden llevar a una persona a niveles crecientes de pecado. Una vez que la ira por la acción de otro entra en el corazón, la emoción puede producir condenación en el pensamiento. Ese pensamiento crítico puede conducir a una acción contra una persona, como llamarla “tonto”. Raqa es una palabra aramea que se cree que significa imbécil. Cada asignación, si no se detiene, puede llevar hasta el final a matar. Jesús enseña que cada pecado sobre pecado aumenta el castigo debido: primero el juicio, luego los tribunales (Sanedrín), hasta finalmente el Infierno (Gehenna).
Deja tu ofrenda en el altar: La ley de Dios no es un conjunto de reglas destinadas a disuadir a las personas de matar, robar, cometer adulterio, etc. La ley de Dios es una forma de ser que transforma a la persona en su totalidad: espíritu, mente y cuerpo–en dones vivos para Dios que nos ama a cada uno de nosotros. Jesús pasó gran parte de su ministerio público enseñándonos que seguir los mandamientos de Dios se deriva perfectamente de vivir según el mandamiento más importante: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la ley y los profetas dependen de estos dos mandamientos” (Mateo 22:37-40). Estas palabras de Jesús nos desafían tanto como lo hicieron con los judíos que las escucharon por primera vez. Si albergamos ira contra otro, si vamos más allá de criticar la acción de una persona para condenar a esa persona, si le hablamos con dureza a otro, estamos sujetos a la justicia de Dios. La Cuaresma nos ofrece oportunidades para hacer un inventario de cualquier mala voluntad que tengamos en nuestros corazones contra los demás. Puede que tengamos motivos para estar enojados, pero Jesús nos dio el sacramento de la Reconciliación, un lugar sagrado para liberar nuestros reclamos contra los demás, dejando atrás no solo nuestros juicios contra ellos, sino también liberándonos del juicio.
Matthew 5:20-26
Jesús dijo a sus discípulos: “Os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. “Oísteis que fue dicho a vuestros padres: No matarás; y cualquiera que matare será reo de juicio. Pero yo os digo, cualquiera que esté enojado con su hermano estará sujeto a juicio, y cualquiera que le diga a su hermano, Raqa, será responsable ante el Sanedrín, y cualquiera que diga, 'Necio', estará sujeto a la feroz Gehenna. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda en el altar, ve primero y reconcíliate con tu hermano, y luego ven y presenta tu ofrenda. Llega a un acuerdo con tu oponente rápidamente mientras te diriges a la corte. De lo contrario, tu oponente te entregará al juez, y el juez te entregará a la guardia, y serás echado en la cárcel. Amén, te digo que no serás liberado hasta que hayas pagado el último centavo”.
Oración de apertura: Del Salmo 130: ¡Desde lo profundo clamo a ti, oh Señor, escucha mi voz! Estén atentos vuestros oídos a mi voz de súplica. Si tú, oh Señor, notas las iniquidades, Señor, ¿quién podrá sostenerse? Pero contigo está el perdón, para que seas reverenciado. Confío en el Señor.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Señor, tus palabras son muy desafiantes. A veces parece imposible vivir la vida a la que me llamas. Sé que nada es imposible para Dios, así que creeré en ti y me arrepentiré cuando falle. Trataré de hacer tu voluntad en todas las situaciones y con todas las personas. Jesús, ayúdame. Jesús, en ti confío.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia examinaré mis acciones, notando dónde he fallado en estar a la altura del llamado de un cristiano, y pediré perdón.
Para mayor reflexión: Medite en la oración que Nuestro Señor Jesús nos dio, el Padre Nuestro.