- Jueves de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario
La fuente y nuestra esperanza: En la primera lectura, el rey David vino humildemente a la presencia del Señor sin ningún malentendido de quién estaba a cargo. El asombroso poder otorgado a David tenía una fuente, y tan astuto, hábil y valiente como David demostró ser, él sabía sin sombra de duda que había sido la mano de Dios obrando todo el tiempo. Con gran gratitud, el Rey reconoció su buena fortuna. Pero en una lección para todos nosotros, no se detuvo allí. Miró al futuro con esperanza, esperanza de que la promesa que su Señor le hizo a su siervo se cumpliría verdaderamente. También nosotros, bautizados en la multitud de los elegidos, clamamos igualmente en la esperanza, agradecidos de que el Señor, nuestro Padre, cumpla sus promesas.
Sin esconderse: cien años después de que se escribiera la canción "Esta pequeña luz mía" para niños, un comercial de televisión en 2020 agradecía a nuestros trabajadores de la salud con imágenes de video pandémicas respaldadas por el coro: "Esta pequeña luz mía, yo' Voy a dejar que brille”. Las figuras de derechos civiles de la década de 1960 tomaron prestadas las palabras para animar la oposición no violenta a la opresión. En algún momento intermedio, la mayoría de nosotros cantamos el estribillo, tal vez como niños o como maestros de escuela dominical, tal vez trazando movimientos en el aire que significan luz, un enfático "¡No!", o el mundo. A la “luz” de la lectura del Evangelio de hoy, podemos recordar los cuatro versos que el compositor, Harry Dixon Loes, comparte sobre “eso” (la luz que Dios nos ha dado gratuitamente): ¿Esconderlo debajo de un celemín? ¡No! Voy a dejar que brille; No dejes que Satanás lo apague, voy a dejar que brille; Brilla por todo el ancho mundo, voy a dejar que brille, y deja que brille hasta que venga Jesús, voy a dejar que brille. Señor, ¿cómo y para quién quieres que brille hoy mi luz, que es tu luz?
Capacidad creciente: Puede que nos resulte extraño cuando Cristo les dice a sus discípulos: “Al que tiene mucho, más se le dará”. Esta afirmación, al principio, es difícil de conciliar con las enseñanzas de Nuestro Señor sobre el desprendimiento de las posesiones, o que "los primeros serán los últimos". Consideremos, sin embargo, esta sabiduría del Catecismo de la Iglesia Católica: “Dios es amor y en sí mismo vive un misterio de comunión amorosa personal. Creando el género humano a su imagen... Dios inscribió en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y por tanto la capacidad y la responsabilidad, del amor y de la comunión” (CIC 2331). A medida que crecemos en nuestra capacidad de amar, no deberíamos sorprendernos cuando Dios nos da más para amar. Dar la bienvenida a los niños en el útero, criarlos o adoptarlos, o alegrar la vida de los niños (nuestros o de otros) son medios hermosos por los cuales nosotros, seres finitos, podemos aumentar nuestra capacidad de amar desinteresadamente y comenzar a reflejar a Dios en su amor infinito. “Dejen que los niños vengan a mí” (Mateo 19:14).
Mark 4:21-25
Jesús dijo a sus discípulos: “¿Se trae una lámpara para ponerla debajo de un celemín o debajo de una cama, y no para ponerla sobre un candelabro? Porque no hay nada oculto que no sea hecho visible; nada es secreto excepto para salir a la luz. Cualquiera que tenga oídos para oír, debe oír”. También les dijo: “Cuidado con lo que oís. La medida con que midáis, os será medida, y más se os dará. Al que tiene, más se le dará; al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”
Oración de apertura: Señor Jesús, te agradezco por llamarme a este tiempo de oración, y te pido que acalles las distracciones a mi alrededor y me dejes estar en tu presencia. Sé que tienes algo que decirme hoy que será para mi beneficio. Quiero oírte, y quiero hacer tu voluntad.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Señor, gracias por tu luz en el mundo y en mi corazón. Recuerdo tus palabras a tus discípulos registradas por San Mateo: “Dejen que su luz brille ante los demás, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Dame la gracia de ser tu discípulo y cumplir estas palabras hoy.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia pensaré en tres dones que me has dado y evaluaré cuál puedo poner más claramente a tu servicio.
Para mayor reflexión: Lea las secciones 2331-2336 del Catecismo de la Iglesia Católica, explorando la capacidad de amar.