- Sexto día de la octava de Navidad
Luke 2:36-40
Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de avanzada edad, había vivido siete años con su marido después de casarse y luego quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años. Ella nunca abandonó el templo, sino que adoraba día y noche con ayuno y oración. Y acercándose en aquel mismo momento, dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Cuando hubieron cumplido todas las prescripciones de la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su propia ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y el favor de Dios estaba sobre él.
Oración inicial: Señor, a medida que el año calendario llega a su fin, sigo tratando de vivir en el espíritu navideño. Abre hoy mi corazón a tus palabras para que pueda extraer las gracias que has planeado para mí durante nuestro tiempo juntos.
Encuentro con Cristo:
1. Oración preservadora: Anna pasó años como viuda y, aunque no se nos da un período de tiempo específico, podemos suponer que pasó años y años en el templo, “orando y ayunando”. Qué yuxtaposición tan interesante es la perseverancia de Anna con la expectativa actual de gratificación instantánea de nuestra propia cultura. Ella nos enseña una lección importante sobre perseverar en la oración. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a esperar pacientemente durante cincuenta o sesenta años una respuesta a nuestra oración y ayuno? Dios siempre responde nuestras oraciones en su tiempo. “Sea perfecta la perseverancia, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (Santiago 1:4).
2. El acto de orar: Anna nos enseña una segunda lección por la forma en que eligió pasar su tiempo como viuda. Aunque las mujeres en su época tenían menos opciones que las que tenemos ahora, Anna podría haber intentado volver a casarse, o podría haberse dado por vencida y haber vivido una vida de vicio, pero se mantuvo cerca del Señor y nunca abandonó el templo. Y se dedicó a la oración y el ayuno... durante años. La mayoría de nosotros no estamos llamados a orar y ayunar con un enfoque tan singular, pero sí estamos llamados a dedicarnos a poner a Cristo en primer lugar en nuestras vidas. “Un compromiso con estructuras disciplinadas de regularidad en nuestras prácticas espirituales (tiempos establecidos para la oración, misa diaria si es posible, la lectura de las Escrituras, el rezo del Rosario) es una necesidad esencial. La elección de mantener hábitos disciplinados de oración en la búsqueda de Dios es una condición necesaria para una relación seria con Dios” (Enigmas contemplativos, p. 225).
3. El tesoro escondido de Galilea: Los ángeles lo anunciaron, los pastores lo visitaron, los magos viajaron grandes distancias para llevarle regalos, Simeón y Ana proclamaron su realeza. Luego, este niño tan aclamado cayó en la oscuridad durante los siguientes treinta años, invisible para todos excepto para su santa madre y su padre. Sin embargo, creció en sabiduría y fuerza al vivir estos días ordinarios de acuerdo con la voluntad del Padre. Santificó la vida familiar, el trabajo, la socialización, todo lo que hizo. Nuestras vidas son, en su mayor parte, muy ordinarias, pero debido a que Nuestro Señor santificó “lo ordinario”, sabemos que nuestra propia santidad es posible. “Entended bien esto: hay algo santo, algo divino escondido en las situaciones más ordinarias, y corresponde a cada uno descubrirlo” (Josemaría Escrivá).
Conversando con Cristo: Señor, puede ser difícil creer que las cosas que hago todos los días –vivir mi vida ordinaria– es todo lo que me pides. A veces siento que necesito hacer grandes cosas para llamar tu atención o convencerte de que respondas mis oraciones. Por supuesto, no puedo hacer nada sin ti y sé que siempre me escuchas. Concédeme la gracia de vivir bien los pequeños detalles de la vida, sabiendo que esa es tu voluntad para mí.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia prestaré mucha atención a los detalles de mi día y buscaré la manera de agradarte en todo.
Para una mayor reflexión: 5 formas de santificar tu vida diaria con San Josemaría Escrivá .