- Sábado de la Segunda Semana de Adviento
Jesús siempre está abierto: Jesús debe haber acogido con agrado esta pregunta de sus discípulos. Parecen estar tratando sinceramente de comprender por qué o cómo las cosas se estaban desarrollando de manera tan diferente de lo que esperaban. Qué bueno es Jesús que nunca nos desprecia ni nos avergüenza, ni siquiera en nuestra lentitud para comprender sus caminos. Quizás en este tiempo de oración podamos sentarnos con nuestras preguntas y dejar que nuestro corazón se abra ante él, sabiendo que él es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).
Jesús nos recuerda: Los apóstoles todavía no entendían del todo, pero su lentitud no impidió que Jesús intentara ayudarlos. Incluso aquí, les recordó –suave pero claramente– que el Hijo del Hombre sufriría. Jesús no había venido a establecer aquí un reino terrenal sino a conducirnos, a través de este mundo, al Reino de los Cielos que no tendrá fin. Podemos temer sufrir, como lo hicieron los Apóstoles, pero mantengamos los ojos en Jesús y no perdamos la esperanza. Él ha tomado sobre sí todo este sufrimiento y lo ha redimido, por lo que nunca podremos sufrir en vano. Él no promete eliminar todas las dificultades, pero él, Dios-con-nosotros, Emmanuel, está con nosotros en todas ellas.
Ellos comprendieron: De la Escritura de hoy parece que los discípulos comprendieron el significado de las palabras de Jesús de una vez, en un momento. “Entonces los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista”. Esos pequeños (o grandes) momentos de “aj-ha” que a veces experimentamos, ya sean lentos despertares o coincidencias (“guiños de Dios”), son expresiones maravillosas del cuidado amoroso de Dios por nosotros. Podemos sentir al Espíritu Santo obrando, iluminando nuestra mente para ver la mano de Dios obrando de una manera nueva, y nuestro corazón se llena de gratitud. Note, sin embargo, que nuevas ideas surgen cuando hemos tenido el coraje y la sencillez infantil de hacerle preguntas a Jesús. Nos invita a “hablar alto” en oración, luchar con verdades difíciles y perseverar, presentándole nuestras dificultades con la misma franqueza y sinceridad que lo hicieron sus Apóstoles. Al llegar a la mitad del camino del Adviento, tal vez podamos hacer una pausa, de corazón a corazón con Jesús, y hablarle de estas cosas.
Matthew 17:9, 10-13
Mientras bajaban del monte, los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?” Él respondió: “Elías ciertamente vendrá y restaurará todas las cosas; pero os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre sufrirá en manos de ellos”. Entonces los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista.
Oración inicial: Querido Jesús, abre mi corazón a tus inspiraciones en este momento de oración. Creo que tienes algo que deseas decirme y quiero estar listo para escucharte. Buen Jesús, aumenta mi confianza en ti y enséñame a amarte cada vez más.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Buen Jesús, gracias por este tiempo de oración. Gracias por recordarme que eres tan amable, bueno y paciente. Ni desprecias mi lentitud ni me avergüenzas de mis faltas. ¡Cuánto necesito de tu misericordia, Jesús! ¡Ven, date prisa! Ven a mi corazón y ven a este mundo que espera, tan necesitado de tu gracia y salvación.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia me esforzaré por ser sincero ante Ti y dejarte entrar en estos lugares de mi corazón donde siento miedo, confusión o incertidumbre sobre lo que me pides. Confío que si abro la puerta, entrarás con gracia.
Para una mayor reflexión: Quizás desees dedicar tiempo a la oración con esta oración de abandono del Beato. Carlos de Jesús.