- Lunes de la Primera Semana de Adviento
Virtudes: Este centurión romano le rogó a un rabino judío que sanara a su sirviente. Mostró una preocupación poco común por su sirviente. También demostró gran fe, tratando a Jesús como a una persona real, no a un talismán. Entendió que el poder y la autoridad de Jesús provenían de Dios, y no a través del simple contacto físico o palabras mágicas. Pudo presentarse ante Jesús, evaluar la situación y hacer humildemente una sugerencia. “Tú eres el Señor; ¿Por qué no sanar a mi sirviente inmediatamente, aquí mismo? Sabemos cómo reaccionó Jesús; estaba “sorprendido” ante tal fe. Así, el centurión es para nosotros un modelo de humildad, fe y amor al prójimo.
Periferias: El centurión romano pertenecía al ejército invasor del imperio. Su mera presencia, “con soldados sujetos a él”, fue una afrenta para todos los judíos de la época. Sin embargo, aquí estaba él, mostrando una fe “asombrosa” en el Señor. Jesús prometió que “vendrán muchos del oriente y del occidente, y se reclinarán con Abraham, Isaac y Jacob en el banquete en el Reino de los Cielos”. Por supuesto que tenemos la esperanza de ver algún día a nuestros seres queridos en el cielo, pero ¿qué tan preparados estamos para compartir la mesa del banquete con conocidos, extraños y tal vez enemigos?
Expectativas: ¿Qué esperamos para este Adviento? Quizás tengamos una necesidad abrumadoramente apremiante –“un sirviente postrado en casa paralítico, sufriendo terriblemente”– o quizás haya muchas preocupaciones en nuestro corazón. ¿Le llevamos estas preocupaciones a Dios? ¿Estamos esperando la venida del Mesías, Nuestro Señor? ¿Confiados en su poder para transformar los corazones? ¿O tal vez hemos dejado que nuestro espíritu se debilite, hasta el punto de eliminar toda expectativa? Jesús viene. Él es Emmanuel, Dios con nosotros, y quiere renovar nuestros corazones en esta Navidad. Abramos las puertas de nuestro corazón al Niño Jesús.
Matthew 8:5-11
Cuando Jesús entró en Cafarnaúm, un centurión se le acercó y le suplicó: «Señor, mi siervo está postrado en casa paralítico y sufre terriblemente». Él le dijo: "Vendré y lo curaré". El centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; Sólo di la palabra y mi siervo será sanado. Porque yo también soy una persona sujeta a la autoridad y los soldados a mí. Y le digo a uno: 'Ve', y se va; y a otro, 'Ven acá', y viene; y a mi esclavo: 'Haz esto', y él lo hace”. Cuando Jesús oyó esto, quedó asombrado y dijo a los que le seguían: «De cierto os digo que en nadie en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el banquete en el Reino de los Cielos”.
Oración inicial: Señor Dios, aumenta mi fe, esperanza y amor. Creo en ti porque eres la Verdad misma. Espero en ti porque confío en ti y tengo confianza en las promesas que has hecho. Te amo porque tú me has amado primero y porque eres tan bueno y digno de mi amor.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Señor Jesús, no tengo miedo de dejarte entrar en mi corazón. Tú eres el Dios al que le gusta sorprenderse gratamente con la fe de tus hijos. Creo en ti; ¡Aumenta mi fe y expectativa en este Adviento!
Resolución: Dado que, al igual que el centurión, soy un siervo indigno del Señor, consideraré confesar mis pecados a un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación en algún momento antes de Navidad.
Para una mayor reflexión: el libro de Frank Sheed Conocer a Cristo Jesús es una lectura excelente sobre la vida de Cristo. Las primeras setenta y cinco páginas, aproximadamente, que tratan de María, José y el nacimiento de Jesús, son particularmente buenas.