- Lunes de la Vigésima Octava Semana del Tiempo Ordinario
Jesús no buscaba popularidad: San Lucas nos dice que la multitud que seguía y escuchaba a Jesús crecía constantemente: Mientras aún más personas se reunían entre la multitud... Para la mayoría de nosotros, atraer multitudes cada vez más grandes aumentaría nuestra autoestima, pero tal vez también alimente nuestra vanidad. Nos gustaría que esa multitud siguiera siguiéndonos, así que intentaríamos complacerlos, decir cosas que les hicieran querer volver. Jesús hace todo lo contrario. No acaricia su autocomplacencia. Les grita: Ésta es una generación mala... ¿Por qué Jesús les hablaría así? Quizás porque lo que dijo era verdad. La generación a la que le estaba predicando, y en cierto sentido cada generación de la humanidad caída, es malvada. Tenemos una fuerte tendencia a ser egocéntricos, ensimismados, codiciosos, lujuriosos, insensibles a la voz de Dios y a las necesidades de quienes nos rodean. Sólo unos pocos miembros de esa creciente multitud seguirían fielmente a Jesús hasta el final. Buscaban soluciones rápidas para sus problemas mundanos; no buscaban la mejor manera de glorificar a Dios y hacer avanzar el Reino de Cristo. ¿Qué estoy buscando?
Jesús hizo afirmaciones radicales: Salomón y Jonás eran figuras destacadas del Antiguo Testamento. Y Jesús, al comparar a sus oyentes con los que escuchaban a Salomón y a Jonás, afirmó su superioridad sobre ambos: …hay algo más grande que Salomón aquí… hay algo más grande que Jonás aquí. Nos llamamos cristianos, seguidores de Jesucristo. Y, sin embargo, ¿tiene Jesucristo el lugar central que debería tener en nuestros deseos, pensamientos y planes? ¡Jesus es Dios! ¡Jesús es el Verbo encarnado! ¡Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad! Ese mismo Jesús viene a nosotros y permanece con nosotros todos los días en los Evangelios, en la Eucaristía, en los dones de su Espíritu Santo. ¿Cómo respondemos cuando él viene? ¿Construimos nuestras vidas en torno a su gracia y su voluntad? ¡Oh, cómo desearía que lo hiciéramos! ¡Qué maravillas podría hacer en nuestras vidas si no lo relegáramos a un segundo plano!
El juicio es real: Jesús se refirió al “juicio” dos veces en este pasaje. Nos estaba advirtiendo que todas nuestras decisiones en esta vida tendrán consecuencias eternas. Si elegimos escuchar y prestar atención a su voz, será un buen augurio para nosotros al final de nuestras vidas. Si no lo hacemos, no lo hará. ¿Con qué frecuencia pensamos en el juicio que está por venir? En la antigüedad, cuando la vida era corta e incierta, la gente vivía con una aguda conciencia de la fragilidad de su vida y de la cercanía de la muerte, puerta de entrada a nuestro encuentro definitivo y cara a cara con Dios. En nuestros días, una cultura secularizada tiende a minimizar esta perspectiva a largo plazo. Pero si podemos superar las seducciones seculares, seremos mucho mejores. Vivir nuestra vida diaria frente al verdadero horizonte de la vida eterna sólo puede traernos mayor sabiduría, paz y alegría incluso ahora, y mucho menos más allá de la tumba. En la época medieval, los cristianos solían reflexionar intencionalmente sobre sus decisiones de vida relativas a su destino eterno, teniendo presente esta frase clásica: ¿Quid hoc ad aeternitatem? ¿Qué significa esto a la luz de la eternidad? Si hiciéramos lo mismo, podríamos terminar evitando mucha miseria, tanto en esta vida como en la otra.
Luke 11:29-32
Mientras aún se reunía más gente entre la multitud, Jesús les dijo: Esta generación es una generación mala; busca una señal, pero ninguna señal le será dada, excepto la señal de Jonás. Así como Jonás se convirtió en una señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación. En el juicio la reina del sur se levantará con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más grande que Salomón. En el juicio los hombres de Nínive se levantarán con esta generación y la condenarán, porque ante la predicación de Jonás se arrepintieron, y hay aquí algo más grande que Jonás.
Oración inicial: Vengo ante ti hoy, Señor, distraído y desanimado, pero ansioso por recibir la gracia que necesito para vivir este día de una manera que te glorifique. Conoces mi debilidad. Pero creo en tu fuerza. Creo en tu compromiso conmigo y, a través de este tiempo a solas contigo, quiero renovar y fortalecer mi compromiso contigo. Enséñame, Señor, y guíame por el camino correcto.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Tú eres mayor que Salomón y mayor que Jonás. Tú eres el Salvador, el Señor, Dios de Dios y Luz de Luz. Y me has amado tanto que me has dado el don de la fe, la luz para reconocer la verdad de tu presencia y de tu doctrina. Gracias Señor por ese regalo y por todos tus dones. Quiero seguirte. Quiero que seas el centro, el ancla y la meta de m.y vida. ¡Pero me distraigo tan fácilmente! ¡Me olvido tan fácilmente de ti y caigo en vivir mi vida como si no siempre estuvieras acercándome y queriendo guiarme e iluminarme! Perdóname, Señor. Ayúdame a vivir en armonía con lo que realmente creo. Sagrado Corazón de Jesús, en ti pongo mi confianza.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia iré a confesarme, rompiendo por completo con todo el egoísmo de mi pasado y resolviendo vivir de ahora en adelante de manera más intencional a la luz de la eternidad.
Para una mayor reflexión: escuche la conferencia del guía del retiro La Tumba y la Perla sobre “Las cuatro últimas cosas: muerte, juicio, cielo e infierno”.