- Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
María partió con prisa: Siempre que contemplamos a María en las Escrituras, se manifiesta su humildad. Ella fue lo suficientemente humilde para aceptar el mensaje del ángel: “Yo soy la sierva del Señor” (Lucas 1:38). Aquí, ella fue lo suficientemente humilde como para apresurarse a ayudar a Elizabeth. El hecho notable de que acababa de concebir al Hijo del Altísimo en su seno no le impidió ver las necesidades de quienes la rodeaban. Su caridad fue concreta e inmediata. La rápida respuesta de María fue fruto de su humildad; su enfoque no estaba en sí misma. Mantuvo esta actitud de humilde servicio durante toda su vida: compartir a Jesús con los pastores y reyes en Belén, notar que no había vino en las bodas de Caná y reunir a los Apóstoles en oración esperando la llegada del Espíritu Santo.
Bendito es el fruto de tu vientre: Sin duda, María ayudó a Isabel con numerosos quehaceres de la casa, por lo que Isabel habría estado muy agradecida. Sin embargo, llena del Espíritu Santo, la gozosa proclamación de Isabel fue: “¿Cómo me sucede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” Isabel se alegró mucho al ver a María porque traía consigo a Jesús. Su título, Emanuel, o “Dios con nosotros”, literalmente se hacía realidad en la presencia de Isabel, y tanto ella como el niño que llevaba dentro se regocijaban. En todas sus obras de misericordia corporal, la Iglesia quiere finalmente comunicar la presencia de Cristo. Después de que cualquier beneficio material de tales obras haya desaparecido, como una comida compartida digerida hace mucho tiempo, las semillas de la gracia, la fe y el amor pueden perdurar, con suerte hasta la eternidad. Llevar a Cristo a las personas debe seguir siendo nuestro enfoque principal. Mary nos dio un ejemplo de tal enfoque.
Mi alma proclama la grandeza del Señor: Arraigada en la humildad, la apertura de María a Dios y al prójimo permitió que el Espíritu Santo llenara su corazón de alegría exuberante. “Mi alma proclama la grandeza del Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” María debe haber estado radiante durante este canto de alabanza a Dios su Salvador. Aun reconociendo la grandeza de lo que le estaba pasando, “desde ahora en adelante me llamarán bienaventurada todas las edades”, ella todavía le dio toda la gloria a Dios, “Grandes cosas ha hecho por mí el Poderoso, y santo es su nombre. ” El Magnificat de María es un anticipo de la gozosa alabanza que las almas darán a Dios en el cielo. Sin embargo, como cristianos, poseemos a Cristo en nuestras almas a través de la gracia, e incluso en esta vida, debemos cantar constante y gozosamente las alabanzas de Nuestro Señor.
Luke 1:39-56
En aquellos días María se puso en camino y viajó de prisa a la región montañosa a un pueblo de Judá, donde entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel escuchó el saludo de María, el niño saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, clamó a gran voz y dijo: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y cómo me sucede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque en el momento en que la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurado tú que creíste que se cumpliría lo que te dijo el Señor”. Y María dijo: “Mi alma proclama la grandeza del Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; he aquí, desde ahora en adelante me llamarán bienaventurada todas las edades. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, y santo es su nombre. Su misericordia es de edad en edad para los que le temen. Ha mostrado poder con su brazo, dispersó a los arrogantes de mente y corazón. Ha derribado a los gobernantes de sus tronos, pero ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los ha colmado de cosas buenas; a los ricos los ha despedido vacíos. Ha ayudado a Israel su siervo, acordándose de su misericordia, conforme a la promesa que hizo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre.” María permaneció con ella unos tres meses y luego volvió a su casa.
Oración de apertura: Querido Señor Jesús, anhelo conocerte y amarte mejor. Deseo contemplar vuestras Escrituras con los ojos de la fe. En este último día de mayo, abre mi mente y mi corazón a las inspiraciones del Espíritu Santo, para que pueda gozarme con María al contemplar tu bondad hacia mí y hacia toda la humanidad.
Encuentro con Cristo:
Conversando con Cristo: Señor Jesucristo, alabo y glorifico las cosas maravillosas que has hecho en mi vida. Tú me creaste. Me llamaste a tu Cuerpo Místico a través del bautismo. Tú me alimentas con tu Cuerpo y Sangre. Has perdonado repetidamente mis pecados. Me has dado tu Espíritu Santo para guiarme en mi misión particular. Tú has puesto a los santos ya mis hermanos cristianos en mi camino. Como tu Beato MoLuego, te pido, Señor, que pueda cantar continuamente tus alabanzas en todas las circunstancias.
Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, buscaré tres breves momentos para expresar alegría y gratitud por los muchos dones que me has dado.
Para mayor reflexión: El Magnificat: Cántico de María y Lupa de amor intercesor por Winifred Corrigan.