Daily Reflection

Conozca su identidad

March 26, 2021 | Friday

Fr. Joshua West, LC

  • Viernes de la Quinta Semana de Cuaresma
  • John 10:31-42

    Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Jesús les respondió: “Muchas buenas obras de mi Padre les he mostrado. ¿Por cuál de estos estás tratando de apedrearme? Los judíos le respondieron: “No te apedreamos por una buena obra, sino por blasfemar. Tú, un hombre, te estás haciendo Dios ". Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra ley que dije:“ Ustedes son dioses ”? Si llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y la Escritura no se puede dejar de lado, ¿puedes decir que aquel a quien el Padre consagró y envió al mundo blasfema porque dije: 'Soy el Hijo de Dios'? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, aunque no me crean, crean las obras, para que se den cuenta y comprendan que el Padre está en mí y yo en el Padre ”. Luego intentaron nuevamente arrestarlo; pero escapó de su poder. Regresó al otro lado del Jordán al lugar donde Juan bautizó por primera vez, y allí permaneció. Muchos se le acercaron y le dijeron: "Juan no hizo ninguna señal, pero todo lo que Juan dijo acerca de este hombre era verdad". Y muchos allí empezaron a creer en él.

    Oración inicial: Señor, al comenzar estos momentos de oración, reafirma en mi corazón que te pertenezco. ¡Soy un hijo del Todopoderoso!

    Encuentro con Cristo:

    1. En control: a diferencia de los evangelios sinópticos, el evangelio de Juan es altamente teológico y está cargado de simbolismo que intenta convencer al lector de que Jesús es Dios. En estos versículos, Jesús fue acusado de blasfemia porque les dijo a los judíos que él y el Padre son uno. La blasfemia era un pecado que se castigaba con la muerte. Cuando intentaron apedrearlo y arrestarlo, Jesús, lleno de poder divino, simplemente se alejó de la multitud enojada y regresó al río Jordán para continuar su trabajo. Jesús tenía el control total. Sabía exactamente cuándo y dónde se haría su último sacrificio, y no sería ese día. Tenía más trabajo por hacer.

    2. Nunca vaciló: Cristo demostró con sus palabras y acciones que estaba consciente de quién era él: aquel a quien el Padre consagró y envió al mundo. Se le había encomendado una misión del Padre y la llevaría a cabo hasta su último aliento. Esta conciencia de su filiación divina lo llevó a enfrentarse con confianza y valentía a los ataques contra su persona. Recibimos una nueva identidad en nuestro bautismo. Nos convertimos, de una vez por todas, en hijos de Dios. Teniendo confianza en nuestra relación filial con Dios, también nosotros podemos afrontar con valentía los obstáculos de la vida. “Pero a los que le aceptaron, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre ...” (Juan 1:12).

    3. Obras versus palabras: Cristo invitó a los judíos que dudaban a mirar su obra y no lo que había dicho. A menudo se puede discutir con las palabras, pero las acciones hablan por sí mismas. Era casi como si Cristo les suplicara que reconocieran la verdad de su mensaje. ¿Su respuesta? Se adelantaron para arrestarlo. A veces se nos llama a hablar, ya veces se nos llama a actuar en nombre del Evangelio. Como Jesús, incluso cuando hemos sido completamente dóciles al Espíritu Santo, las almas que estamos tratando de alcanzar, por su propia voluntad, pueden rechazarnos y rechazar la misión que intentamos cumplir.

    Conversar con Cristo: Enfrentaré muchas dificultades en la vida de mi fe. Cuando experimente dificultades, ayúdame a recordar lo que has hecho por mí. Tú me haces quien soy. Soy tu hijo amado. Soy resistente a todos los obstáculos cuando recuerdo esto.

    Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, rezaré el Padrenuestro cinco veces durante el día, centrándome en las primeras palabras, "Padre nuestro".

    Para una mayor reflexión: Filiación divina: esa identificación comienza en el sacramento del bautismo, la puerta al camino del cristiano. Pero en el bautismo, la filiación divina no se nos confiere como la vida a un recién nacido. Debe crecer cada vez más bajo el impulso de la luz del Paráclito según la disposición divina y con la correspondencia del hombre con la gracia. El mismo Cristo acompaña a su discípulo en el camino. Por eso permanece en la Eucaristía como alimento para que sus discípulos puedan participar cada vez más plenamente de su Filiación divina. Jesús en la Eucaristía es para todos el Camino que conduce a nuestro hogar celestial; se convierte en nuestro Viático, en el camino que nos lleva progresivamente a nuestra completa identificación con él, siempre que tratemos de recibirlo con las debidas disposiciones. Al final nos espera la visión cara a cara del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, 3 de febrero de 2006).

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