- Memoria de San Ambrosio, Obispo y Doctor de la Iglesia
Matthew 7:21, 24-27
Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Todo el que escuche estas palabras mías y las ponga en práctica será como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron las inundaciones y los vientos soplaron y azotaron la casa. Pero no colapsó; estaba sólidamente asentado sobre roca. Y todo el que escuche estas palabras mías y no las ponga en práctica será como un necio que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron las inundaciones y los vientos soplaron y azotaron la casa. Y se derrumbó y quedó completamente arruinado”.
Oración inicial: Señor Dios, necesito tu sabiduría. Envíame tu Espíritu Santo para que pueda escuchar atentamente tus palabras hoy y actuar en consecuencia, según tu voluntad.
Encuentro con Cristo:
1. “¡Señor, Señor!”: El camino de la perdición está empedrado de buenas intenciones. El versículo 21 evoca la imagen de un pobre hombre excluido de las puertas del cielo, y luego grita “¡Señor, Señor!” Me lo imagino continuando: “¡Pero hice lo mejor que pude!” Las buenas intenciones no son suficientes. En verdad, nuestras buenas intenciones, incluso nuestras mejores intenciones, por sí solas no pueden salvarnos. Si no son estos, ¿entonces qué? Por los méritos de Cristo somos salvos. Todo lo que tenemos que hacer es “escuchar estas palabras mías y actuar en consecuencia”. Con sus enseñanzas sobre la conducta correcta, que somos libres de aceptar o rechazar, Cristo nos da las riendas de nuestro destino.
2. Escuche y actúe: este pasaje del Evangelio aparece al final de tres capítulos repletos de enseñanzas cristianas radicales conocidas como el Sermón de la Montaña. Dado que San Mateo ha colocado esta exhortación a escuchar “estas palabras mías” precisamente aquí, podemos decir por extensión que debemos escuchar todo lo que Cristo nos dice: en las Escrituras, en nuestra oración, en la liturgia. Y después de escuchar, debemos actuar. Éstos son los dos pilares de la vida cristiana: la contemplación y las acciones caritativas. Desafortunadamente, omitir uno de los dos (o enfatizar uno a expensas del otro) a veces nos pasa a los mejores y podemos perder el rumbo como aquellos que construyen casas sobre arena. Recordemos que Cristo nos invita a ser como un hombre sabio que valora la oración y la acción, que escucha y ayuda.
3. Los golpes en la casa: Nosotros, los seres humanos, somos notoriamente débiles a la hora de aferrarnos al bien; esto ha sido manifiesto desde el Pecado Original, y nuestra integridad moral ha sido azotada por vientos y tormentas desde entonces. Pero esta triste verdad es como una puerta cerrada cuya llave es la Navidad. ¡Cristo vino a la tierra para ser nuestro Salvador! Una vez que nos damos cuenta de que somos insuficientes para nuestra propia salvación, la llegada del Niño Jesús puede ser reconocida como el acontecimiento gozoso y transformador que es. Sin él, la historia de la humanidad se habría “colapsado y arruinado por completo”. Para él, está “sólidamente asentada sobre roca”.
Conversando con Cristo: Señor Jesús, me estremezco al pensar en la posibilidad de un colapso total, de mi vida en ruinas. ¡El viento y la lluvia me asustan! Por eso invoco tu nombre misericordioso: “Señor, Señor”, cuando me siento abrumado. Vuelves tu mirada amorosa hacia mí, dándome fuerzas para beber de tus palabras y ponerlas en práctica. De repente, el miedo es reemplazado por confianza al recordar que tú eres mi Salvador que me guía por el camino de la sabiduría.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia dedicaré cinco minutos adicionales a reflexionar sobre tus palabras en el Evangelio y pediré inspiración para actuar de acuerdo a tu voluntad.
Para una mayor reflexión: Meditar en el libro de la Sabiduría del Antiguo Testamento puede ser una buena manera de prepararse para la venida de Cristo.