- Jueves de la Vigésima Novena Semana del Tiempo Ordinario
Luke 12:49-53
Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo! Hay un bautismo con el cual debo ser bautizado, ¡y cuán grande es mi angustia hasta que se cumpla! ¿Crees que he venido a establecer la paz en la tierra? No, te lo digo, sino división. De ahora en adelante se dividirá una casa de cinco personas, tres contra dos y dos contra tres; un padre estará dividido contra su hijo y un hijo contra su padre, una madre contra su hija y una hija contra su madre, una suegra contra su nuera y una nuera contra su madre -consuegro."
Oración inicial: Señor mío, envía tu Espíritu y enciende en mí el fuego de tu amor. En un mundo tan dividido, ayúdame a ser parte de tu solución divina.
Encuentro con Cristo:
1. Fuego, angustia, contienda: Palabras poderosas como fuego, angustia y contienda pintan el telón de fondo de una sorprendente declaración del Señor que podemos llamar una “declaración de misión” en el verdadero significado de las palabras: “He venido a …” Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy nos permiten contemplar más profundamente su corazón y descubrir cómo entendió su misión en este mundo. Y lo que vemos es una roca en la tormenta, un bastión de confianza, un corazón en llamas. Subyuguémonos a este Sagrado Corazón ardiente.
2. “He venido a prender fuego a la tierra”: Jesús había venido a salvar al mundo, a morir por nosotros y a vencer la muerte. Pero su misión no se redujo a las últimas horas de su vida terrena. Toda su vida fue parte de esa redención, durante la cual reveló el misterio de quién es Dios. Hoy nos muestra el carácter apasionado y épico del amor de Dios. Pidamos la gracia de compartir la pasión del Señor.
3. Imitar a Cristo: Amar como Cristo amó significa buscar y esforzarse por el bien que él anhelaba: la salvación de los hombres. También significa que debemos buscar maneras de darnos a nosotros mismos con amor: un “bautismo con el cual debo ser bautizado”. Hoy, al conmemorar a San Juan Pablo II, podemos identificar un excelente ejemplo de un hombre que siguió de cerca a Cristo y buscó imitarlo en la forma en que amaba –apasionada, alegre y generosamente– un hombre que adoptó de todo corazón la declaración de la misión de Cristo en su propia vida. Que nosotros también lo hagamos.
Conversando con Cristo: Jesús, has venido a amar a la humanidad y a salvar el mundo, y también has hecho de esta misión nuestra misión. Como discípulo tuyo, reconozco que también es mi misión amar como tú y llevar el mensaje de tu salvación a todas las personas en mi camino.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia buscaré una ocasión para vivir mi misión como cristiano imitando tu amor y difundiendo tu mensaje.
Para una mayor reflexión: “El número de aquellos que no conocen a Cristo y no pertenecen a la iglesia está en constante aumento. De hecho, desde el final del Consejo casi se ha duplicado. Cuando consideramos esta inmensa porción de humanidad amada por el Padre y por la cual envió a su Hijo, se hace evidente la urgencia de la misión de la Iglesia” (San Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 3: Encíclica completa ).