- Martes de la Vigésima Novena Semana del Tiempo Ordinario
Luke 12:35-38
Jesús dijo a sus discípulos: “Cíñan sus lomos y enciendan sus lámparas y sean como siervos que esperan el regreso de su señor de una boda, listos para abrir en cuanto él venga y llame. Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encuentre vigilantes a su llegada. En verdad os digo que él se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. Y si llega en la segunda o tercera vigilia y los encuentra preparados de esta manera, bienaventurados esos siervos”.
Oración inicial: ¡Ven, Espíritu Santo, ven! Quédate conmigo mientras reflexiono sobre estas palabras de las Escrituras buscando sabiduría para mi día.
Encuentro con Cristo:
1. Las últimas cosas: Quizás os estéis preguntando –o incluso os estéis cansando– del tema recurrente de los evangelios de estos días: el fin de la vida, el fin de los tiempos, el fin del mundo. La razón de este énfasis es que el ciclo litúrgico anual se acerca a su fin, y esta recta final está dedicada precisamente a las “últimas cosas”. Dentro de unas semanas, el año litúrgico culminará con la fiesta de Cristo Rey antes de comenzar el nuevo año con el Adviento. Aprovechemos estos últimos días del año eclesiástico para sumergirnos profundamente en los temas de la muerte, el juicio, el cielo y el infierno con la seguridad de que nuestra contemplación de estas realidades nos ayudará a crecer en santidad.
2. Listos y a la espera: ¿Qué tan preparados estamos para encontrarnos con el Maestro? A medida que los días se acortan y la luz se vuelve más tenue, observamos que la naturaleza ha alcanzado la edad sabia y frágil de un anciano. ¿No se nos recuerda que todo el intenso vigor de la existencia, toda la fresca belleza de la juventud, todos los logros de la vida son fugaces? Podemos apreciar que esta época del año nos ayuda a estar en el estado de ánimo adecuado para anticipar la eternidad. En este Evangelio se nos pide que estemos preparados para encontrarnos con Jesús cara a cara en cualquier momento. ¡Si estamos alerta, podemos esperar la bendición del Maestro! ¿Cómo será eso?
3. El Maestro nos espera: Nuestro Señor se hizo hombre: Jesús vivió entre nosotros, sufrió, murió, fue sepultado y resucitó de entre los muertos, todo para nuestro beneficio. Eso es lo mucho que nos ama. Pero parece más que increíble imaginar que Jesús quisiera esperarnos algún día en el banquete celestial. Sin embargo, él nos lo dice en esta parábola. ¡Qué amor! ¡Qué humildad! En verdad, “lo que ojo no vio, ni oído oyó, y lo que no llegó al corazón humano, eso es lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Contemplar un amor tan incomprensible debería inspirarnos a dejar las chucherías brillantes a las que a veces nos aferramos en esta vida y correr hacia sus brazos que nos esperan.
Conversando con Cristo: Jesús, mi corazón es tuyo y me prepararé para tu visita: ya sea durante mi próxima santa Comunión, ya sea al final de mis días, ya sea a través de tus continuas visitas a lo largo de cada día cuando simplemente vela por mi bienestar. ¡Siempre eres bienvenido y esperado aquí!
Resolución: Señor, hoy por tu gracia me tomaré un momento para meditar sobre el hecho de que la vida terrena no es más que el preludio antes de la realidad de la vida eterna.
Para una mayor reflexión: “El hombre necesita la eternidad porque cualquier otra esperanza es demasiado breve, demasiado limitada para él. El hombre sólo puede explicarse si hay un Amor que supere todo aislamiento, incluso el de la muerte, en una totalidad que también trascienda el tiempo y el espacio. El hombre sólo puede explicarse, encuentra su significado más profundo, si existe Dios. Y sabemos que Dios dejó por nosotros su distancia y se hizo cercano. Él entró en nuestra vida y nos dice: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y el que vive y cree en mí, no morirá jamás'” (Juan 11, 25-26) (Papa Benedicto XVI durante la Audiencia General del 2 de noviembre de 2011: Discurso completo ).