- Martes de la Vigésima Quinta Semana del Tiempo Ordinario
Luke 8:19-21
Entonces su madre y sus hermanos se acercaron a él, pero no pudieron reunirse con él a causa de la multitud. Le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están afuera y desean verte”. Él les respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Oración inicial: Señor Jesús, te amo y te agradezco por llamarme a la familia espiritual de la iglesia. Confío en ti y creo que eres mi Padre bueno y providente. Al reflexionar sobre tus palabras, pido humildemente la gracia de ver a todos como mis hermanos y hermanas en la fe y amarlos como miembros de mi propia familia.
Encuentro con Cristo:
1. El Padre: Jesús estuvo atento a la voluntad de Dios Padre y la cumplió perfectamente. Y Jesús nos dijo que aquellos “que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” se convierten en miembros de su familia. Somos tan importantes para Jesús como su propia madre, su carne y su sangre. De hecho, él nos ama tanto que voluntariamente murió para salvarnos de nuestros pecados. ¿Cuán agradecidos estamos con Dios por nuestra condición de hijos e hijas adoptivos?
2. La Familia de la Iglesia: En una audiencia papal en Roma, una Jornada Mundial de la Juventud o un evento similar, los participantes a menudo experimentan la vitalidad y diversidad de la iglesia. Estar en presencia de cientos o miles de hermanos en la fe da la sensación de pertenecer a una gran familia. Es pacífico, energizante y fortalecedor. Nos ayuda a recordar que cuando somos débiles, muchos otros nos apoyan espiritualmente. Cuando somos fuertes, ofrecemos apoyo a muchos otros. “Porque así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo y partes unos de otros” (Romanos 12:4-5).
3. Herencia familiar: Los miembros de la familia comparten una herencia común. Como miembros de la familia de la iglesia, se nos ha prometido vida eterna con Dios en el cielo. Los santos, nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido, tienen esto que decir sobre el cielo: “Hoy estuve en el cielo, en espíritu, y vi sus bellezas inconcebibles y la felicidad que nos espera después de la muerte. Vi cómo todas las criaturas dan incesante alabanza y gloria a Dios... Esta fuente de felicidad es inmutable en su esencia, pero siempre es nueva, brotando felicidad para todas las criaturas” (Sor Faustina). “Allí la buena voluntad estará tan ordenada en nosotros que no tendremos otro deseo que permanecer allí eternamente” (San Agustín). “Mi corona en el cielo debe brillar con inocencia y sus flores deben estar radiantes como el sol. Los sacrificios son las flores que escogieron Jesús y María” (Santa Bernadette Soubirous). “No hay dolor en la tierra que el cielo no pueda curar” (Santo Tomás Moro).
Conversando con Cristo: Señor, gracias por llamarme a la familia de la iglesia. Aumenta mi conciencia del vínculo espiritual que comparto con mis compañeros creyentes y que mis acciones reflejen tu amor. Ayúdame a prepararme un día para la eternidad contigo y el resto de mi familia.
Resolución: Señor, hoy, por tu gracia, me acercaré a un miembro de mi comunidad de fe de cualquier manera que sienta que me invitas a hacerlo.
Para una mayor reflexión: este blog de Sophie Lorenzo reflexiona sobre el cuerpo místico de Cristo en circunstancias cotidianas: https://www.catholicapostolatecenter.org/blog/one-body-many-parts .