- Sábado de la decimotercera semana del tiempo ordinario
Matthew 9:14-17
Los discípulos de Juan se acercaron a Jesús y le dijeron: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, pero tus discípulos no ayunan?" Jesús les respondió: “¿Pueden los invitados a la boda llorar mientras el novio está con ellos? Días vendrán cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie remienda un manto viejo con un trozo de tela sin encoger, porque su plenitud tira del manto y el desgarro empeora. La gente no echa vino nuevo en odres viejos. De lo contrario, los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se arruinan. Más bien, vierten vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan”.
Oración de apertura: Señor Jesús, quiero acercarme a ti hoy, como lo hicieron tus discípulos, con mis preguntas, dudas e inquietudes. Estoy seguro de que me escuchas y tienes un mensaje, especialmente para mí, mientras reflexiono sobre tus palabras.
Encuentro con Cristo:
1. Nuestro futuro: El Señor recomendó a sus oyentes que pusieran vino nuevo en odres nuevos, “para que ambos se conserven”. Él estaba recomendando que acomodaran las nuevas formas en que Jesús quería ser adorado, la nueva iglesia que estaba formando, las nuevas gracias que nos dejaría a todos en los Sacramentos, etc. Muchas de sus enseñanzas parecían radicales tanto para los fariseos como para los seguidores, de modo que aun Pedro dijo: “Maestro, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). En nuestra propia vida, seguir a Jesús puede requerir el abandono del futuro que nos proyectamos. Solo cuando ponemos nuestro futuro en sus manos podemos estar seguros de que envejeceremos bien, como el vino en odres nuevos.
2. Ayuno/Fiesta: Cuando Jesús caminó sobre la tierra, el ayuno era innecesario porque, como Jesús les dijo a sus discípulos, ¡el novio estaba presente! Los discípulos de Jesús de hoy en día siguen el año litúrgico de la iglesia, que es cíclico e incluye temporadas de ayuno (Adviento y Cuaresma) e incluso temporadas más largas de banquetes (Pascua y Navidad). Ejercemos dominio propio durante los ayunos para unirnos con Cristo y abrir nuestros corazones para volvernos más receptivos a la gracia. Festejar es especialmente dulce, temporal y espiritualmente, cuando hemos ayunado bien. Queriendo solo lo mejor para nosotros, nuestra Iglesia nunca exige que ayunemos sin festejar, ni viceversa.
3. Vivir con el Esposo: ¡Nuestro Esposo vive! ¿Este hecho nos llena de alegría? ¿Somos fervientes y fieles a él? ¿Actuamos como una novia, esforzándonos por mantenernos puros y sin mancha? ¿Atento y obediente al novio? ¿Dispuesto a dar frutos? Estamos invitados a una unión nupcial con Cristo. Como la describen los santos, esta unión es infinitamente más íntima que el amor conyugal. ¡Qué razón para alegrarse de que el novio viva!
Conversando con Cristo: Señor, dondequiera que miro hoy en las Escrituras, veo tu cuidado protector: en la institución de la Iglesia; en su naturaleza cíclica, que nos anima a ayunar y festejar; y en la intimidad conyugal que quieras compartir conmigo. Eres un Dios fuerte y poderoso, pero me recuerdas en las Escrituras que me cuidas con ternura.
Resolución: Señor, hoy por tu gracia abriré mi corazón a una mayor intimidad contigo y con aquellas almas que tú pones en mi vida.
Para una mayor reflexión: Jesús a Santa Catalina de Siena sobre la unión con él: “Y si alguien me preguntara qué es esta alma, diría: es otro yo, hecho así por la unión del amor. ¿Qué lengua podría describir la maravilla de este último estado unitivo y los muchos frutos diferentes que recibe el alma cuando sus poderes están tan llenos?: Ni siquiera la voluntad del alma se interpone entre nosotros porque se ha hecho una sola cosa conmigo. El Diálogo, Capítulo 96, p. 181.