- Jueves de la Segunda Semana de Pascua
John 3:31-36
“El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de cosas terrenales. Pero el que viene del cielo [está sobre todos]. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. Quien acepta su testimonio certifica que Dios es digno de confianza. Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios. No raciona su don del Espíritu. El Padre ama al Hijo y se lo ha entregado todo. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.”
Oración de apertura : Señor Dios, aunque no está claro si estas son las palabras de Jesús o de Juan el Bautista, sé que tu mensaje salvador está contenido en ellas. A través de esta inmersión en tu palabra, deja que el Espíritu Santo haga su hogar en mí. Que el Evangelio se convierta en palabra viva, fuente de vida pascual y de alegría.
Encuentro con Cristo:
1. Juan el Bautista : En el último capítulo del Antiguo Testamento, encontramos esto: “Ahora envío mi mensajero, él preparará el camino delante de mí; y el señor a quien buscáis vendrá de repente a su templo; el mensajero del pacto que deseáis, ¡mirad, viene! dice Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1). Estas palabras de Malaquías apuntan a Juan el Bautista. Él es el mensajero y también el nuevo Elías predicho en Malaquías 3:23. Esto queda muy claro en las palabras del ángel Gabriel acerca de Juan en Lucas 1:17. “Él irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y de los desobedientes al entendimiento de los justos, a fin de preparar un pueblo apto para el Señor”. Juan fue así el mensajero lleno de espíritu y poder, que dio testimonio de Jesucristo.
2. Pedro y los Apóstoles : “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla. No raciona su don del Espíritu”. En la primera lectura de hoy de los Hechos de los Apóstoles, el Sanedrín hostil prohibió la predicación, pero Pedro y los apóstoles respondieron audazmente: “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). No racionaron su don del Espíritu Santo, sino que proclamaron sin temor la Muerte y Resurrección de Cristo. “El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, aunque lo hicisteis matar colgándolo de un madero… Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hechos 5:30-32). ). Este es el poder de la palabra de Dios; nos convierte en testigos intrépidos, como el profeta Elías, como San Juan Bautista, como San Pedro. Si Dios nos envía, debemos hablar las palabras de Dios.
3. La ira de Dios : El pasaje concluye con una frase terrible: “El que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”. ¿Qué es esta ira? Ira es el nombre que los pecadores dan a la justicia de Dios, e incluso a su misericordia. Volviendo al mensajero en Malaquías, leemos: “Pero, ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién puede mantenerse firme cuando él aparece? Porque él será como fuego purificador, como lejía de lavadores… Me acercaré a vosotros para juicio, y seré pronto para dar testimonio contra hechiceros, adúlteros y perjuros…” (Malaquías 3:2,5). A la escoria, el fuego del refinador está colérico, mientras que la plata permanece intacta. La verdad hace que el hombre honesto se regocije, pero enfurece al perjuro, tanto que “Al oír esto [el Sanedrín], se enfurecieron y querían matarlos [a los apóstoles]” (Hechos 5:33). No temas la ira de Dios; las mismas Escrituras dan testimonio: “Si morimos con él, también viviremos con él” (2 Timoteo 2:11).
Conversando con Cristo : ¡Señor Jesús, tu palabra es poderosa! Cuanto más lentamente lo leo, y cuanto más rezo en él, más me dice. Tu palabra es en verdad lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino. ¡Gracias a Dios!
Resolución : Señor, hoy, por tu gracia, buscaré en las Escrituras lo que Dios tiene que decir sobre un problema particular que pesa en mi corazón.
Para mayor reflexión : lea el muy breve Libro del profeta Malaquías. Allí leemos acerca de la exasperación (“ira”) de Dios hacia las fechorías de Israel, así como el remedio que provee.