- Viernes de la quinta semana del tiempo ordinario
Mark 7:31-37
Jesús dejó el distrito de Tiro y se fue por Sidón al mar de Galilea, al distrito de Decápolis. Y la gente le trajo a un sordo que tenÃa un impedimento del habla y le suplicó que le pusiera la mano encima. Se lo quitó solo de la multitud. Puso su dedo en los oÃdos del hombre y, escupiendo, tocó su lengua; luego miró hacia el cielo y gimió, y le dijo: "¡ Ephphatha !" (es decir, "¡ Ãbrete !") Y de inmediato se abrieron los oÃdos del hombre, se le retiró el impedimento del habla y habló con franqueza. Les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Pero cuanto más les ordenaba que no lo hicieran, más lo proclamaban. Estaban muy asombrados y dijeron: "Él ha hecho todas las cosas bien". Hace que los sordos oigan y los mudos hablen ".
Oración introductoria: Señor, realmente siento tu amor en mi corazón. Espero en ti, porque has ganado mi confianza al revelarme tu amor sacrificial. Te amo, Señor, y deseo ser testigo de tu amor para todos.
Petición: Señor, abre mi corazón a tu amor para que pueda ser un testigo convincente del mundo de que tu amor existe.
1. ¿Quién serÃa si no tuviera la fe? Podemos estar tan familiarizados e inmersos en nuestra herencia católica que damos por hecho las verdades que hemos recibido de nuestra Iglesia Católica, al igual que la mayorÃa de nosotros damos por descontada nuestra capacidad de escuchar o hablar. El Evangelio de hoy nos da la oportunidad de contemplar a un hombre que desde el nacimiento no gozó de ninguna de estas facultades comunes. Hay personas que no pueden aceptar la revelación de Jesús porque no se da, sino porque no están preparados para recibirla. RegocÃjense en la gracia que hemos recibido y honrémosla con nuestra fidelidad. ¿Qué tipo de persona serÃa (o pronto serÃa) si no tuviera el don de la fe para apoyar, guiar o moldear mis valores?
2. Cristo es la revelación del Padre y su amor: Cristo se reveló a este hombre, y su poder le dio oÃdo y buena palabra. " Cristo ... por la revelación del misterio del Padre y su amor, revela plenamente el hombre al hombre y hace clara su vocación suprema " (Gaudium et Spes, n. ° 22). En la medida en que somos sordos a la revelación divina, somos como este hombre. Incapaz de hablar el mensaje del significado de nuestras vidas, incapaz de entregarnos a Dios y a los demás, la vida simplemente pasa de largo. Pero si Dios toca nuestros oÃdos y nuestra lengua, si él nos cura y nos da poder con su gracia, nuestras vidas adquieren una nueva dirección y significado. Dios toca nuestros oÃdos y nuestra lengua, pero debemos abrazar su gracia y propósito en nuestras vidas.
3. Somos testigos del mundo que existe el amor: Nuestro Señor restauró a este hombre la salud de sus oÃdos y su lengua. AsÃ, Cristo le reveló su verdadera identidad: " Él, que es 'la imagen del Dios invisible' (Colosenses 1:15), es él mismo el hombre perfecto" (Redemptor Hominis, n. ° 10). ¡Qué difÃcil debe haber sido su vida antes de esta revelación! ¡Cuán difÃcil debe haber sido para él creer y amar! "El hombre no puede vivir sin amor. Sigue siendo un ser que es incomprensible para él, su vida no tiene sentido, si el amor no se le revela, si no encuentra amor, si no lo experimenta y lo hace suyo, si no participa Ãntimamente en él " (Ibid). Con su salud restaurada, el hombre se convirtió en un agente de la redención de Dios. ¿Quién podrÃa mantenerlo callado ahora sobre esta maravillosa experiencia de su Salvador que ha tenido? ¡Cuán amado por Dios este hombre debe haberse sentido ese dÃa cuando Cristo restauró su salud! ¡Este hombre creyó y entonces habla! ¿Por qué estoy en silencio? ¿No sé que como católico debo ser testigo del mundo de que el amor existe?
Conversación con Cristo:
¡Tarde te he amado, oh belleza siempre antigua, siempre nueva, tarde te he amado!
Estabas dentro de mÃ, pero yo estaba afuera, y fue allà donde te busqué.
En mi desamor, me sumergà en las cosas hermosas que tú creaste.
Estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Las cosas creadas me alejaron de ti; sin embargo, si no hubieran estado en ti, no lo hubieran sido en absoluto.
Llamó, gritó y rompió mi sordera.
Usted brilló, brilló, y disipó mi ceguera.
Usted respiró su fragancia en mÃ; Tomé aliento, y ahora jadeo por ti.
Te he probado, ahora tengo hambre y tengo sed de más.
Me tocaste y ardà por tu paz.
(Las Confesiones de San AgustÃn)
Resolución: Hoy, compartiré un aspecto de mi fe con un amigo o familiar.