- Memorial de Santa LucÃa, Virgen y Mártir
Matthew 11:28-30
Jesús dijo a la multitud: "Vengan a mÃ, todos ustedes que trabajan y están agobiados, y les daré descanso". Toma mi yugo sobre ti y aprende de mÃ, porque soy manso y humilde de corazón; y encontrarán descanso para ustedes mismos. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera ".
Oración introductoria: Señor, sabes la sinceridad de mi deseo de pasar este tiempo contigo. Al comenzar esta meditación, creo que estás aquà conmigo, que nunca me abandonas. Porque te amo, mi único deseo es complacerte y consolarte en tu soledad en el tabernáculo. Espero en la infinita misericordia que motivó tu encarnación. Que algún dÃa nos volvamos a encontrar en tu reino celestial.
Petición: MarÃa, tú que eres el modelo perfecto de humildad, ayúdame a ser manso y humilde como Cristo, tu Hijo, que por amor a mà se convirtió en un niño indefenso en Belén.
1. ¿Quién es este hombre? ¿Quién es este hombre que está delante de nosotros en este Evangelio, el hombre cuya mirada ha penetrado en los rincones más secretos de nuestras almas y descubierto lo que yace escondido allÃ? Un hombre que reconoce que trabajamos, que estamos agobiados por las exigencias de la vida, abrumados por nuestros pecados e imperfecciones, esforzándonos bajo la carga de nuestras pasiones y deseos incumplidos. ¿Quién es este hombre que se atreverÃa a prometer lo que siempre hemos anhelado en los santuarios interiores de nuestras conciencias, pero que nunca nos permitimos esperar? ¿Quién podrÃa pronunciar una invitación tan simple, amable y atractiva, más de lo que podrÃamos encontrarnos dignos de: "Ven a mà ... y te daré descanso"? ¿Quién sino Dios mismo?
2. ¿Cómo podemos ir a él? ¿Cómo podemos aceptar la invitación de aquel que es Dios convertido en hombre? ¿Cómo podemos ir a él? ¿Cómo podemos alcanzar lo que nuestras almas han anhelado todos los dÃas de nuestra existencia? Cristo mismo nos da la respuesta: "Toma mi yugo sobre ti y aprende de mÃ, porque soy manso y humilde de corazón". Es tan humilde que ni siquiera espera que respondamos a su invitación. Se humilla a sà mismo para que pueda venir a nosotros por primera vez en Navidad. Para descubrir cómo acudir a él con nuestra pesada carga de egoÃsmo y pasiones desenfrenadas, primero podemos acercarnos al pesebre donde el Rey de Reyes se encuentra con tanta impotencia.
3. Un misterio de humildad y amor: Belén es un misterio de humildad y amor. ¿No te parece humilde Cristo, reducido al estado de un infante indefenso? Sin palabras ni discursos, enseña una lección de vida que debemos sentir con toda la intensidad de la que somos capaces, permitiendo que las consecuencias surjan por sà mismas. ¿Podemos imaginar otro estado en el que la bondad y la humildad de Dios irradien más claramente? Ante este niño indefenso, que es Dios encarnado por amor a nosotros, estamos reducidos a la maravilla silenciosa. Todas las ambiciones vanas se desvanecen, toda la ira y la amarga pasión se suavizan y todas las actividades ociosas son alejadas de nuestros corazones. El yugo que nos agobió, la vara de nuestro capataz, es aplastado y reemplazado por el ligero y fácil yugo del amor.
Conversación con Cristo: Señor, ayúdame a penetrar más profundamente en el misterio de convertirte en una niña indefensa e inocente en Belén para mÃ. Ayúdame a crecer en la bondad de corazón para que pueda irradiar tu bondad a los que me rodean.
Resolución: en mi camino hacia y desde el trabajo hoy, contemplaré a Cristo manso y humilde en el pesebre de Belén. Imitaré su amorosa humildad en mi propia vida y tendré la confianza de acudir a él en busca de ayuda con mis fallas.