- Sábado de la Trigésima Cuarta Semana del Tiempo Ordinario
Luke 21:34-36
Jesús dijo a sus discÃpulos: "Tengan cuidado de que sus corazones no se vuelvan adormilados por el jolgorio y la embriaguez y las ansiedades de la vida cotidiana, y que ese dÃa los sorprenda como una trampa. Porque ese dÃa asaltará a todos los que viven en la faz de la tierra. la tierra. Esté atento todo el tiempo y ore para que tenga la fuerza para escapar de las tribulaciones que son inminentes y comparecer ante el Hijo del Hombre ".
Oración introductoria: Querido Jesús, creo en ti y en el Reino que estás construyendo a través de mÃ. Creo en el valor de mi sacrificio y las luchas unidas a las tuyas. Espero llegar al cielo cuando dices que es hora. Deseo dedicarme a aquellos a quienes deberÃa amar más.
Petición: ¡ Rousa mi corazón, Señor, para vivir en ti!
1. Corazones adormecidos: Nuestra vida es un tiempo de preparación, no solo para una amistad eterna con Dios, sino para el "asalto" de las "tribulaciones" que deben venir primero. La batalla espiritual es real, lo sepamos o no, ya sea que lo deseemos o no. Luchamos todos los dÃas y de muchas maneras, pero la batalla finalmente se gana en lo más profundo de nuestros corazones. Todo lo que pone nuestros corazones a dormir y nos da una falsa sensación de seguridad debe evitarse. Puede que no me "joda y me emborrache" de la manera tÃpica, pero ¿deambulo buscando la satisfacción del mundo? ¿Soy superficial en mis juicios? ¿Me vuelvo tan absorto y absorto en asuntos materiales, trabajos y preocupaciones que no puedo seguir mi vida espiritual y mi vocación con una atención clara y enfocada?
2. Ese dÃa: parece que ninguno de nosotros escapará a la prueba de ese último dÃa. Para algunos, será repentino y doloroso, para otros será prolongado y difÃcil. Pero todos somos criaturas mortales. Todos los grandes santos vivieron pensando en su fin. La muerte fue una meditación saludable que los movió a vivir el presente al máximo. La muerte es la puerta a mi vida real. La anticipación de ese dÃa no necesita privarnos de la alegrÃa; más bien, debe llamarnos al amor. Cómo vivo este dÃa determina cómo viviré "ese dÃa" y el dÃa eterno de la vida eterna con Dios. ¿Cómo quiero vivir ese dÃa?
3. Vigilancia y oración: Asà es como Jesús invitó a sus amigos más cercanos, los apóstoles, a vivir "ese dÃa" de su Pasión: "Velad y orad para que no entren en tentación" (Mateo 26:41). Las palabras finales del Padre Nuestro deben encontrar resonancia con la forma en que vivimos. La vigilancia requiere conciencia no solo de los enemigos y las amenazas que nos rodean, sino también de las debilidades dentro de nosotros. Estos elementos están en funcionamiento todos los dÃas, por lo que debemos estar en guardia todos los dÃas para controlar su influencia. Esta debe ser la prioridad simple y serena en nuestra vida. Pero siempre debe conducirnos a Cristo, para estar delante de él con sinceridad y confianza en la oración. La oración y la vigilancia conducen el uno al otro. Si no hacemos de la oración el aire que respiramos, nos sofocaremos en un mundo contaminado. ¿Cuánta importancia le estoy dando a mis hábitos y mi vida de oración?
Conversación con Cristo: concédeme, querido Jesús, un sentido de urgencia. Despiértame de cualquier somnolencia o descuido espiritual. PermÃtanme ver tanto las amenazas como las oportunidades para mi vida de gracia. Mantenga ante mis ojos el verdadero significado de mi vida y el tiempo limitado que tengo para conquistar y crecer en el amor.
Resolución: Rezaré hoy por el alma en el purgatorio que estaba más distraÃda o menos preparada para "ese dÃa" de su muerte.