- Duodécimo Domingo del Tiempo Ordinario
Matthew 10:26-33
Jesús les dijo a los Doce: "Asà que no tengáis miedo de ellos; Porque nada está cubierto que no sea descubierto, y nada secreto que no sea conocido. Lo que les digo en la oscuridad, digan en la luz; Y lo que oÃste susurrar, proclama desde los tejados. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma; Más bien, temed al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos gorriones por un centavo? Pero ninguno de ellos caerá en tierra aparte de tu Padre. Y hasta los cabellos de tu cabeza son contados. Asà que no tengas miedo; Usted es de más valor que muchos gorriones. "Por tanto, todos los que me reconocen delante de los demás, yo también reconoceré delante de mi Padre que está en los cielos, pero el que me negare delante de los demás, también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos".
Oración Introductorial: Señor, gracias por este dÃa en el cual celebramos tu resurrección. Creo que mi vida un dÃa estará victoriosamente unida a la suya. Espero en tu misericordia y bondad infinita. Hoy, cuando os recibo en la EucaristÃa, seré atrapado por el fuego de vuestro amor.
Petición: Señor, déjame ser una luz para los que me rodean.
1. Ningún Temor: "Asà que no tengáis miedo de ellos." Cristo abre una nueva perspectiva para nosotros con sus palabras. Él nos da la seguridad de que estamos seguros incluso cuando el mundo amenaza e intenta engañarnos. Él nos muestra que estamos construyendo sobre un terreno sólido predicando el Evangelio. La verdad sobre Dios y el hombre que proclamamos corresponde a lo más profundo en el corazón del hombre y el testimonio de esta verdad siempre lleva una gracia especial que resuena en el mundo. Y la promesa de Cristo de vida eterna "nos protege" mientras nos comprometemos en su misión.
2. Los Amplificadores de Dios: "Lo que has oÃdo susurró, proclama de los tejados." Cristo ha hecho un esfuerzo especial en nuestras vidas para que su buena nueva nos penetre, susurrando suavemente en nuestros oÃdos y corazones. Él está seguro de que está chispeando algo que nos va a cambiar profundamente. El silencio, el mensaje Ãntimo y las primeras llamas del amor brillarán en un fuego que tocará a los que nos rodean. Traemos a otros lo que hemos contemplado en la oración, en aquellos momentos Ãntimos donde Cristo nos habla de su amor y verdad. Debemos permitir que nuestros corazones resuenen poderosamente durante la oración para ser los instrumentos que Cristo usará para alcanzar a los demás.
3. Seguro en los brazos de nuestro Padre: "Por tanto, todos los que me reconocen delante de los demás, también lo reconoceré delante de mi Padre celestial". La paradoja de nuestras vidas es que hemos sido enviados a una gran aventura cuyo objetivo es volver a casa , De vuelta a la casa de nuestro Padre. El Padre nos pide, acompañados por su Hijo, que descubran los caminos en nuestro corazón que nos conducen a él e invitamos a todos los que nos rodean a volver a casa. Cristo nos asegura que estamos seguros en este viaje, que nuestras pruebas y riesgos no son sino una contribución pequeña, pero muy valiosa, al amor que nos espera. Nuestro Padre nos espera. Nuestra casa está a sólo un paso de distancia en cada minuto. Sabemos que cuando lo pongamos con valentÃa por encima de nuestros temores, nos recompensará con un amor que nadie puede quitar.
Conversación con Cristo: Señor, sé que tienes la última palabra. Tú eres el Señor de la vida y de la historia. Ayúdame a no tener miedo de construir tu reino a mi alrededor. Hoy me doy cuenta de que mi deseo de decirle al mundo acerca de usted es su gracia. Ayúdame a recordar que contigo puedo dar frutos que durarán para siempre.
Resolución: Invitaré a un amigo o conocido a unirse a mà para la Misa o en la oración del rosario esta semana.