- Jueves de la Segunda Semana de Pascua
John 3:31-36
El que viene de arriba es sobre todo. El que es de la tierra es terrenal y habla de cosas terrenales. Pero el que viene del cielo es sobre todo. Él da testimonio de lo que ha visto y oÃdo, pero nadie acepta su testimonio. Quien acepta su testimonio certifica que Dios es digno de confianza. Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios. Él no raciona su don del EspÃritu. El Padre ama al Hijo y le ha entregado todo. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, pero la ira de Dios permanece sobre él.
Oración introductoria: Vengo delante de ti, Señor, pobre e indigno. Sin embargo, me recibes con tal amor. Con mi esfuerzo durante esta meditación quiero hacer un pequeño retorno de su gran bondad.
Petición: Ayúdame a cooperar con tu mayor don, el EspÃritu Santo.
1. No Racionamiento: Jesús no raciona el don del EspÃritu. Por y por medio del EspÃritu Santo, Cristo levanta toda nuestra vida a otro plano. La generosidad del Señor es asombrosa. Piensa en la EucaristÃa. Cada vez que recibimos al Señor, él deja en nuestra alma una renovación y profundización de la presencia del EspÃritu Santo. Con cada comunión estamos preparando nuestros cuerpos y almas para la inmortalidad de la Resurrección. Por supuesto, tal regalo invita a una respuesta. Ante esta generosidad, ¿cómo podemos ser mezquinos a cambio?
2. Un regalo de unidad: El don del EspÃritu es vital para nuestras relaciones humanas. La oración ardiente de Jesús en la Última Cena fue por la unidad de sus discÃpulos: "que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mà y yo en ti" (Juan 17:21). Para una unidad como esa, el EspÃritu Santo es absolutamente indispensable. El don del EspÃritu, para ser eficaz, es el antÃdoto para todas nuestras tendencias a la desunión. El EspÃritu combate nuestro orgullo y egoÃsmo recordándonos la humildad de Cristo. Él anima la comprensión de que tenemos que vivir en la caridad y nos proporciona la fuerza para dar sin contar el costo. Él nos capacita para perseverar en la unidad.
3. Un Regalo Personal: La profundidad de nuestros corazones es donde finalmente experimentamos este don del EspÃritu. Pero a veces nos sentimos más como un pozo seco que como una fuente de agua que brota para la vida eterna (Juan 4:14). El EspÃritu Santo está trabajando - en abundancia - no menos en los momentos de sequedad que en los momentos de consuelo. Él trata de purificarnos de los pequeños apegos que nos detienen. Él nos dirige a buscar a Dios por su propio bien y no a recurrir a él sólo como un dispensador divino de dulces espirituales. Pero aún debemos esperar el momento de la consolación con el conocimiento lleno de esperanza de que el Señor está cerca. Cuando experimentemos esta consolación, experimentaremos la confirmación de que el don del EspÃritu del Señor es diferente a cualquier otro.
Conversación con Cristo: Señor, el EspÃritu Santo es el alma de la Iglesia. Es el regalo que nos has dado con tanta generosidad. Ayúdanos a vivir más de acuerdo con esta verdad. Ayúdanos a ser obedientes cuando somos tentados al orgullo. Ayúdanos a amar cuando somos tentados a rechazar. Que tu EspÃritu Santo refuerce constantemente el vÃnculo que nos une.
Resolución: Promoveré la caridad prestando especial atención a las inspiraciones del EspÃritu Santo.