Daily Reflection

Un loco por Cristo

January 30, 2023 | Monday

Father Alex Yeung, LC

  • Lunes de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario
  • Mark 5:1-20

    Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, al territorio de los gerasenos. Cuando salió de la barca, en seguida le salió al encuentro un hombre de los sepulcros que tenía un espíritu inmundo. El hombre había estado habitando entre las tumbas, y nadie podía retenerlo más, ni siquiera con una cadena. De hecho, con frecuencia lo habían atado con grilletes y cadenas, pero él había roto las cadenas y roto los grilletes, y nadie era lo suficientemente fuerte como para someterlo. Noche y día entre los sepulcros y en las laderas de los montes siempre gritaba y se golpeaba con piedras. Al ver a Jesús de lejos, corrió y se postró ante él, gritando a gran voz: "¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios, no atormentarme!" (Él le había estado diciendo: "¡Espíritu inmundo, sal del hombre!") Él le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Él respondió: "Legión es mi nombre. Somos muchos". Y le rogó encarecidamente que no los echara de aquel territorio. Ahora, una gran manada de cerdos estaba paciendo allí en la ladera. Y le suplicaron: "Mándanos a los cerdos. Entremos en ellos". Y los dejó, y los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos. La manada de unos dos mil se precipitó por un terraplén hacia el mar, donde se ahogaron. Los porqueros huyeron e informaron del incidente en el pueblo y en todo el campo. Y la gente salió a ver qué había pasado. Cuando se acercaron a Jesús, vieron al hombre que había sido poseído por Legión, sentado allí vestido y en su sano juicio. Y se apoderaron de ellos el miedo. Los que presenciaron el incidente les explicaron lo que había sucedido con el hombre poseído y con los cerdos. Entonces comenzaron a rogarle que abandonara su distrito. Mientras subía a la barca, el hombre que había sido poseído le suplicó que se quedara con él. Pero él no se lo permitió, sino que le dijo: "Ve a casa con tu familia y anúnciales todo lo que el Señor en su misericordia ha hecho por ti". Entonces el hombre se alejó y comenzó a proclamar en Decápolis lo que Jesús había hecho por él; y todos estaban asombrados.

    Oración introductoria: Padre que estás en los cielos, mi corazón tiene hambre de tu palabra. Creo que hoy quieres dirigirme una palabra de esperanza. Qué bueno sería verme a mí mismo y a mi futuro como tú, pero al menos confío en ti. Deseo asumir tu desafío de ser santo, cueste lo que cueste, y confío en que me acompañarás de cerca y me ayudarás con tu gracia.

    Petición: Señor Jesús, ayúdame a abandonarme a tu poder sanador.

    1. ¿Una situación desesperada? El hombre poseído por una legión de demonios parecía a la gente que lo rodeaba, y quizás a él mismo, un caso perdido. Viviendo allí solo en medio de las tumbas, no pudo evitar hacerse daño, cortándose contra las piedras. Nadie podía ayudarlo refrenándolo. En nuestra vida con Dios, puede existir alguna situación aparentemente irresoluble, tal vez algún estado pecaminoso en el que nos metimos, pero del cual parece que no podemos salir. O experimentamos que siempre estamos cayendo en los mismos pecados, la misma impaciencia mordaz, la misma pereza, la misma sensualidad. Amigos y familiares buscan ayudarnos, pero no tenemos la voluntad de cambiar. En lugar de rectificar la situación, simplemente hacemos un pacto con una especie de modus vivendi , diciéndonos a nosotros mismos: “Solo podemos vivir lo mejor que podamos”. Pero el resultado es que ese demonio se ha multiplicado en mí y se ha convertido en una legión de demonios.

    2. Jesús tiene poder: Jesús se encuentra con el hombre poseído. La escena es intrigante: el hombre corre a postrarse ante Cristo, mientras los demonios muestran miedo y suplican a Jesús que no sea duro con ellos. Qué consolador saber que ninguna situación puede escapar al poder de Cristo para enderezarla. También es consolador saber que Jesús quiere librarnos del poder del demonio, de cualquier estado de pecado en que nos encontremos. Siempre podemos acudir a Cristo para pedir ser sanados porque nunca nadie es tan pecador o tan poseído como para ser totalmente repugnante al amor de Dios. Ciertamente, podemos temer que la medicina de Cristo pueda doler, pero necesitamos confiar en que el “tratamiento” espiritual vale la pena. El tratamiento puede ser una confesión honesta y completa, un autoexamen brutalmente sincero o la ruptura de una relación enfermiza.

    3. Transformación en Testigo: Imagine al hombre curado, todavía con las cicatrices de sus cortes, pero ahora en pleno sentido. ¡Qué vista increíble! Nos pone de rodillas en agradecimiento a Cristo por su poder y misericordia. Por supuesto, el hombre curado está abrumado por la transformación. No piensa en volver a la vida "ordinaria". Su agradecimiento le hace querer acompañar a Jesús, su amigo y salvador. Sin embargo, Jesús le da una misión, enviándolo asu familia y amigos para contar la historia de cómo Jesús lo curó. Dondequiera que vaya el curado, proclamará las maravillas que el Señor ha hecho en él. Cuando experimentamos la absolución de nuestros pecados en la confesión, ¿nuestra acción de gracias nos hace proclamar el poder y el amor de Cristo a nuestra familia y amigos?

    Conversación con Cristo: Señor Jesús, me has liberado y me has guardado de tantos vicios y demonios, adicciones y rencores, materialismo e indiferencia. Me has dado la gracia de conocerte y elegirte. Quiero agradecerte por tu poder y misericordia hacia mí. Resuelvo ser testigo de tu gran amor entre mi familia y amigos.

    Resolución: Seré testigo de alguna sanidad que el Señor ha obrado en mi vida con un amigo o familiar.

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