Seventh Sunday of Easter (B)

B Pascua 7                                                                 

EL FINAL SE ACERCA YA

El libro de los Hechos de los apóstoles nos refiere la noticia de la despedida de Jesús: "Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista".  Apenas dejaron de verle, los discípulos se quedaron desorientados y nostálgicos. Se habían acostumbrado ya a la presencia y al apoyo incondicional de su Maestro, y ahora se sentían como huérfanos porque llegaba el momento de la despedida. ¿Cómo podrían, ellos solos, cumplir el mandato que habían recibido de Jesús? También nosotros nos preguntamos ¿Cómo podremos llevar a término esa misión en nuestro tiempo y a nuestro mundo?

Hermanas y hermanos reflexionemos en las palabras de Nuestro Señor:

1.  "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación". Se trata de una tarea que está muy por encima de sus fuerzas y posibilidades. Sienten el santo orgullo de poder colaborar con Dios en la propagación de la Buena Nueva por lo que implica de confianza en sus seguidores, pero supone recibir este encargo del Señor con con sentido de responsabilidad y con gratitud.

2.  En otra ocasión Jesús les había dicho: "Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo". Era evidente que acababan de entrar en unos nuevos tiempos. Había terminado el tiempo de la presencia y comenzaba el de la fe. Había llegado la hora en que, acabado el tiempo de la misión de Jesús, el Espíritu Santo obraría secretamente desde dentro, convocando y santificando la nueva comunidad y a cada persona, desde su mismo corazón.

3.  Lo que ha sucedido después, en la historia de la nueva comunidad, demuestra la verdad de aquella promesa: "Yo estaré con vosotros". En efecto, el Espíritu de Jesús está ahora en medio de la humanidad de manera secreta e invisible, pero eficaz, con especial intensidad en la comunidad de los creyentes y en la conciencia de cada miembro despierto y vigilante.

La Iglesia ha sobrevivido durante veinte siglos, unas veces embestida por persecuciones externas, otras, perturbada por crisis internas, sin que nunca jamás se haya desviado de su norte. Como un navío que atraviesa el océano agitado por la tempestad o puesto a prueba por la rebelión de tripulantes o pasajeros. Actualmente, por ejemplo, cuando la Iglesia del continente europeo da síntomas de cansancio, renace con aires de juventud en América, en Asia y en África.

Nosotros nos encontramos en parecidas condiciones que los apóstoles después de la Ascensión. Sabemos bien de quien nos hemos fiado y creemos firmemente en él. Sembramos la semilla y la cultivamos con sudor y a veces con dolor y cansancio y hasta con lágrimas, mientras esperamos la cosecha. No esperamos acontecimientos extraordinarios, puesto que el gran milagro es nuestra conversión diaria, mientras nos preparamos con el testimonio de nuestra vida santa, para nuestra ascensión el día en que el Señor nos acogerá en el Reino de los cielos. Que esta sea nuestra súplica en este último domingo del tiempo pascual. Así sea.