Fourth Sunday of Lent (A)
A IV Cuaresma OJOS LIMPIOS
En esta mañana cuaresmal aparece ante nuestros ojos el misterio de la lucha entre la luz y las tinieblas. Cristo es "la Luz que ilumina a todo hombre". La narración del ciego de nacimiento trae a nuestra memoria nuestra condición de bautizados, y la piscina de Siloé nos ayuda a entender la necesidad y la urgencia de quedar purificados.
Hermanas y hermanos:
1. Este evangelio ¿Es el relato de un milagro? No, Juan cuenta el milagro en un par de versículos de los cuarenta y uno que tiene la narración. Lo que Juan va describiendo muy despacio es el proceso de la fe. Al principio todos están ciegos; al final, sólo uno ha sido curado y los demás siguen ciegos. El ciego sale de la noche cuando confiesa su fe: "¡Creo en ti Señor!"; en cambio los judíos se sumergen en la noche cuando condenan al Señor: "¡Ese Jesús es un pecador!". Quién más, quién menos, todos estamos en una situación de penumbra o de tiniebla: Tenemos dudas, soledad, desorientación, búsqueda, confusión de ideas.
2. ¡Qué difícil es que vean los que no quieren ver, los que presumen de ver, los que están interesados en que no haya más luz que la de sus ojos, los que no saben dudar ni preguntar! No ven, no quieren ver, no dejan ver. ¿Cómo podrán ser iluminados por la luz del mundo? Recordemos lo que dice Jesús a los fariseos: "Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís: ‘Vemos', vuestro pecado permanece". Reconozcamos nuestra ceguera y Cristo nos iluminará, poco a poco, hasta llegar al pleno día de su divina presencia.
3. Es necesario recorrer todo un camino de purificación, ir despejando las tinieblas interiores, "lavar" lo oscuro al contacto con la palabra de Jesús. Él es la Luz que disipa toda tiniebla, vence a la muerte, orienta y dirige, comunica la verdad, conduce a la salvación y la alegría. Esto es lo que celebramos en Pascua. La verdadera Luz está en Dios mismo, "luz sobre toda luz", como decimos en la Plegaria IV. Él es "el Sol que nace de lo alto".
Dentro de nosotros experimentamos la lucha de dos fuerzas, la luz y las tinieblas. De nosotros depende la victoria de una de ellas. ¿Cómo vives el combate entre el bien y el mal que hay en ti? Recuerda a san Agustín. Tuvo tus mismas dificultades. Se hartó de vivir en el mal y, con humildad, le pedía a Dios: " Señor, haz que en mi corazón nunca entren las tinieblas".
En este mundo hay hombres, mujeres y niños que son portadores de luz. Su simple presencia es luz a su alrededor, incluso si no se dan cuenta. Ellos aman y lo expresan con su vida. Sé una persona luminosa de virtudes y buenas obras. Quien hace el bien está expuesto a menos peligros y la luz lo invade casi siempre, incluso en los momentos de duda. Lucha, combate sin descanso. Así se lo pedimos a Dios en esta Misa. Así sea.
Fourth Week of Lent (Year A)
PURE EYES
On this morning in Lent we se