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Thirty-Second Sunday in Ordinary Time (B)

32nd Sunday in Ordinary Time, Year B                                                                     

                                                                                                LA VIUDA POBRE

Hoy se habla mucho de solidaridad; Es un artículo que vende. Se predica en las homilías, es tema de cuaresma y argumento de los divos para enganchar a las multitudes: Conciertos de beneficencia, campañas contra el hambre en el mundo. Pero ¿Hay alguno que se quite el pan de la boca para dar de comer al hambriento? La viuda del Evangelio entendió cómo hay que amar en tiempos de hambre: lo da todo, se queda sin comer. Dios no es un Señor de cantidades, sino de calidades. Sabe multiplicar las dos monedas y hacer que “nunca se vacíe ni la olla de harina niel frasco de aceite”.

Hermanas y hermanos:

1. Ser viuda es símbolo de soledad y vacío. A una de ellas fue Elías y con ella se hizo un milagro. Elías le pidió de comer y ella le entregó todo lo que tenía sin reservarse nada. Y Dios fue con ella un excelente despensero que veló para que nunca le faltase el alimento ¡Toda la fuerza de Dios al servicio de una mujer pobre, débil, abandonada e ignorada!

La otra mujer es también pobre e insignificante. No sabemos su nombre. También era viuda y acude al templo. Sus dos moneditas tintinearon con un sonido especial. Son dos historias con una clara lección: para conseguir que el corazón de Dios se sienta tocado no hace falta ser importante, ni saber mucho, ni ser letrado, ni impactar con el brillo de amplios ropajes. Sólo hace falta dar cuanto se tiene, creer en sus promesas sin reservarse nada.

2. La grandeza de la humilde mujercita del pueblo contrasta con la miseria de los fariseos que la critican. Cuando ella deposita sus monedas silenciosa está orando y amando. Su aportación material es insignificante pero el don es total. Jesús admiró este gesto y lo alabó porque él no mide los actos humanos con nuestro metro. Nosotros generalmente nos quedamos en las apariencias, pero él llega al corazón. El que da de lo que le sobra, no da la vida. El que da de su propia indigencia, de lo que necesita para vivir, da algo de su vida, se desvive por los demás.

3. “Da mucho el que da todo, aunque aquel todo sea poca cosa”. Da mucho el que ama mucho. La caridad cristiana es auténtica cuando se practica según el estilo de Dios y como consecuencia la vida adquiere una fecundidad maravillosa. “Hay más alegría en dar que en recibir”. Se nos está olvidando lo que es la compasión. Ese saber “padecer con” el necesitado y vibrar con el sufrimiento ajeno. Miramos a las personas desde fuera, como si fueran objetos, sin acercarnos a su dolor. Cuando uno se ha instalado ya en su pequeño mundo de bienestar y comodidad, es difícil entender el sufrimiento de los otros.

Hermanos: El ejemplo de la viuda que dio todo lo que tenía, debe estimular nuestra generosidad. Pero debe ser sencilla y discreta. Comencemos a pensar más allá de las cosas materiales y encontraremos una veta inagotable de situaciones en donde nuestra caridad cristiana se hace realidad.

32nd Sunday in Ordinary Time, Year B               

                                   

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