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Twenty-Ninth Sunday in Ordinary Time (B)

B To 29                                                     

SERVIR Y DAR LA VIDA

La humanidad sufre en cientos de millones de sus hijos y no siempre es un sufrimiento redentor. Cristo quiere que sus seguidores asuman la parte que a cada uno le corresponde para mejorar las condiciones de vida de sus hermanos que sufren. Él va delante de nosotros "no para que le sirvan sino para servir y dar la vida en rescate por todos".

Hermanas y hermanos:

1. El ansia de poder es tan antigua como el mundo. Nosotros mismos lo experimentamos a diario en las situaciones más banales como el querer ocupar el mejor lugar, elegir a los mejores compañeros, escalar un puesto en el trabajo hasta llegar a luchar por el poder político sin escrúpulos, aún aniquilando al adversario. En la raíz del problema está siempre este maldito binomio: el instinto de dominio y la ridícula vanidad. 

Se nos ha infiltrado el prejuicio de que somos alguien y de que valemos solamente si dominamos a los demás; ¡Y si el otro se convirtiera en mi hermano! ¿No es esta la cuestión que hay que plantearse? Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano, ¿podría yo rechazarle con prepotencia contra su persona o sus bienes? Si el otro se convirtiera realmente en mi hermano, ¿Podría yo hablar mal de él a sus espaldas? ¿Podría permitirme destruir su intimidad?

2. Para Cristo, en cambio, es grande el que renuncia a su deseo de dominar a los demás y aprende a servir con amor fraterno. ¡Hay tantos hombres a nuestro alrededor que nos atraen por su generosidad y nobleza de vida! Su autoridad moral nace desde dentro del corazón que es solidario, generoso, servicial. Irradian una autoridad especial; no necesitan amenazar, sobornar ni adular. Tal vez éste sea el secreto más importante de la vida y el más ignorado. Vivimos intensamente la vida sólo cuando la regalamos. Sólo se puede vivir cuando se hace vivir a otros.

3. ¿Qué nos está  pidiendo a nosotros? El servicio que Cristo pide es exigente pero inmensamente fecundo. Implica una lucha a muerte contra el egoísmo y un ejercicio de humildad; es la parte dura. Pero es también un servicio fecundo porque es fuente de salvación. Es muy fácil dar algo; y esto nos sucede también cuando no cuesta y cuando nos sobra. Pero sinceramente ¿Quién se atreve a darlo todo y a darse a sí mismo a los demás, hasta que duela?

Hermanos: La sola idea de servir a los demás, a muchos les asusta. A otros sólo les atrae el colocarse en el escaparate. Es una obligación de conciencia asumir un compromiso de servicio. Tenemos que dar lo que está vivo en nosotros: nuestra alegría, nuestra fe, nuestra ternura, nuestra confianza, la esperanza que nos sostiene y nos anima desde dentro. Dar así la vida es siempre un gesto que enriquece, que ayuda a vivir, que crea vida en los demás, que rescata, que libera y salva a las personas. Que así sea.

29th Sunday in Ordinary Time, Year B                    

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