Twenty-Eighth Sunday in Ordinary Time (B)
B To 28
SER RICO, PARA BIEN O PARA MAL
Para quien crea que es fácil entrar al cielo, que lea el Evangelio de hoy. El ojo de aguja al que se refiere el texto, es un arco estrecho en las calles de Jerusalén y resulta muy difícil que un camello pueda pasar, pero no imposible. Pues más difícil va a ser el que un rico entre al cielo, según dice Jesús. Las riquezas pueden ser un obstáculo; sin embargo, en otros pasajes Jesús aclara que el dinero bien administrado puede convertirse en obras de caridad y en responsabilidad frente a los bienes de la tierra, que faciliten la entrada al cielo.
Hermanas y hermanos:
1. Las riquezas tienen una fuerza seductora y opresora; tienen un poder hipnotizador. En sí mismos los bienes materiales no son buenos ni malos, pero se hacen malos cuando los transformamos en el objetivo de nuestra vida. Las riquezas endurecen el corazón del hombre y lo hacen insensible ante el dolor del prójimo. Por dinero se venden armas y se hacen la mayoría de las guerras; por amor al dinero, pueblos enteros son sumidos en la miseria, mientras otros son esclavizados; por amor al dinero surge la infidelidad matrimonial, el abandono de los hijos, y se rompen viejas amistades.
Con nuestro dinero podemos comprar el cielo o el infierno; todo depende del buen o mal uso que hagamos de él. El destino más grandioso que podemos dar a los bienes de este mundo es compartirlos: "Ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres", le dice Jesús al joven rico. La mayor parte de la gente se vuelve loca porque vive para tener, pero sería feliz si procurar tener para vivir.
2. No debe extrañarnos la pregunta que le hacen a Jesús: "¿Señor, quién podrá salvarse?" Y la respuesta: "Para el hombre es imposible, sólo es posible para Dios". Este tema nos lleva al corazón mismo de la existencia cristiana. El discípulo fiel renuncia a la idolatría de las riquezas; en cambio el que está apegado a las cosas de este mundo buscará inútilmente su propia salvación en los bienes de este mundo. Confesaba Charles de Foucauld: "Desde el momento que conocí a Cristo entendí que no podría seguir viviendo sin Él". Es lo que nos enseña la parábola de la perla preciosa en la que el mercader vende todo lo que tiene y va a comprar la perla de gran valor.
3. No olvidemos que al final de nuestra vida rendiremos cuentas ante Dios. Él me va a calificar no por los trabajos que realicé, sino por los motivos que tuve en lo que hice o no hice. Se me acreditarán más los esfuerzos que los resultados; se me mirará más el corazón que las manos. Al fin, si el corazón está limpio, será imposible que las manos no obren limpiamente.
Hermanas y hermanos: La pregunta del rico es la pregunta del hombre: "¿que haré para heredar la vida eterna?" ¿Y yo? ¿Estoy excesivamente preocupado por el dinero? ¿Consumo demasiado? ¿Disfruto de lo mucho que tengo? ¡Aprendamos a dar lo nuestro al necesitado para descubrir el secreto de la alegría cristiana! Así sea
28th Sunday in Ordinary Time, Year B
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