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Twentieth Sunday in Ordinary Time (B)

 B To 20                                                                       

UN PAN QUE RESUCITA MUERTOS

La Palabra de Dios, al igual que la Eucaristía, es el manjar que da alimento a nuestra alma. Sería una imprudencia no participar en el banquete que ha preparado la sabiduría divina: Pan y Palabra. El Evangelio ilumina nuestra mente; la Eucaristía mueve nuestra voluntad. La promesa de Cristo hace brillar en nosotros una nueva luz en el horizonte de nuestra esperanza: "El que coma mi cuerpo y beba mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día".

      Hermanas y hermanos:

1. En la Eucaristía Jesús infunde en nosotros un deseo inmenso de vivir, de ser sencillos y auténticos; Jesús, antes de consumar su sacrificio sangriento en la cruz, quiso invitarnos a un banquete que Él mismo había preparado con un alimento sorprendente y casi desconcertante: su cuerpo y su sangre. "¿Qué significa un banquete en el que se nos ofrecen un alimento y una bebida que no pueden hacerse presentes sino a través del sacrificio de una víctima? Aquí hay mucho que comprender, mucho que adorar, mucho que creer y mucho que amar".

El banquete eucarístico nos alimenta y a la vez nos impulsa a ser solidarios con los demás para que todos puedan participar en esta fiesta. Nos enseña a acoger a los pequeños, a cultivar la amistad, a llevar a nuestros hermanos hasta el banquete. "Común unión" en donde lo "mío" se convierte en "lo nuestro" y Dios lo convertirá en "lo suyo", lo de Dios.

2. La comunión eucarística no sólo nutre el alma sino que nos da nuevas fuerzas y hace que nuestro espíritu goce la dulzura de las cosas divinas. Y no es el sacramento el que se convierte, como pan y vino, en nuestra sustancia, sino que somos nosotros los que de modo misterioso nos convertimos en Cristo. Los judíos discutían: "¿Cómo puede este darnos su carne para comer?". Ya no podemos discutir como ellos, sino adorar, agradecer, comprometernos. "Nos dejó su último recuerdo, palpitante y caliente a través de los siglos para que recordáramos aquella noche en que prometió quedarse en los altares hasta el fin de los tiempos, insensible al dolor de la soledad en tantos sagrarios".

3. La eucaristía no es sólo fuerza y alimento para el camino, la eucaristía no es sólo para el presente. Es también prenda de la gloria futura. ¿Qué significa esto: "El que come de este pan vivirá eternamente"? La eucaristía ya desde ahora siembra algo de "cielo" en nuestro interior, porque en la eucaristía recibimos a Cristo sufriente y glorioso. Somos peregrinos de esta tierra pero ciudadanos de otra patria hacia la cual vamos y en la que moraremos definitivamente.

Nuestro destino final no puede ser este mundo de aquí abajo. Dios abre nuestra pobre existencia hasta el horizonte de la vida eterna. Su promesa debe entusiasmarnos: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene ya la vida eterna y Yo lo resucitaré el último día". ¿Cómo vamos nutriendo nuestra esperanza y nuestro anhelo de la fiesta final? Pidamos al Señor que nos acoja en el cielo porque en la tierra nos hemos nutrido con el pan que nos resucita a la vida verdadera. Así sea.

20th Sunday in  Ordinary Time, Year B                                  &nb

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