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Fourth Sunday of Lent (C)

Fourth Sunday of Lent, Year C

                                                                     CUARESMA PARA SENTIRNOS PERDONADOS

Esta es la parábola de todos los que hemos dejado alguna vez la casa del Padre y nos hemos sumergido en la fantasía de caminar sobre las mismas huellas del hijo pródigo. No fue una coincidencia el que Cristo lo contara. Él lo hizo para hacernos ver que sabía de qué barro estamos hechos, que conocía de antemano nuestras caídas, para manifestar su misericordia perdonándonos aún antes de haberlo ofendido.

1. Esta es la parábola del inquieto y del iluso, de quien tiene una inquietud clavada en lo más profundo de su alma: "Ser feliz". Inquietud que Dios mismo ha puesto en nuestros corazones y de la que no nos debemos avergonzar. Inquietud por la que debemos luchar hasta saciar la sed de felicidad que parece consumir al hombre.

Es también la parábola del iluso que piensa que podrá apagar su sed en las aguas turbias de los placeres. Del iluso que busca con avidez  encerrar entre sus manos todo los goces terrenos y siente como se le escurren entre los dedos sin saciarlo, dejándolo sediento ante el árido desierto de sus pasiones. Es, pues, la parábola de cada uno de nosotros que buscamos nuestra felicidad y creemos que la encontraremos en los efímeros placeres que nos ofrece el mundo.

2. Para un Padre el mejor de todos siempre será su hijo. Para un Padre su felicidad es el bien del hijo. Para un Padre su mayor tristeza es contemplar a su hijo esclavizado en el pecado, en el vicio del alcohol o de las drogas, en el vicio de la mentira, de la infidelidad, del odio, de la tristeza o de la venganza... Para un Padre su mayor deseo es tener a su hijo a su lado, cercano a su pecho. Para un Padre su hijo es todo el mundo. Puede que para el mundo no seamos nada, mas para Dios, somos todo el mundo.

3. Es inútil que intentemos esconder esta palpable realidad. Todos somos hijos pródigos. Todos hemos exigido a nuestro Padre la herencia de nuestra libertad. Y él nos la ha dado. Todos hemos tomado nuestra libertad y nos hemos marchado a los remotos países del pecado para derrocharla y correr tras los fantasmas de una felicidad que se esfuma como niebla cuando intentamos atraparla.

Esta es la parábola de los que aprenden de sus errores. De aquellos que comprenden que en la casa de la que huyeron les espera un Padre amoroso más dispuesto a perdonar que a castigar. ¡No lo dudemos! Levantémonos y corramos hacia ese Padre.

Hermanos: Es mejor haber sido hijos pródigos y regresar arrepentidos a la casa del Padre y dispuestos a amarlo como él nos ama, que ser como el otro hijo de la parábola que a pesar de nunca haberse marchado, siempre permaneció alejado de su Padre.

Fourth Sunday of Lent, Year C

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