Homily Packs

All Souls' Day (ABC)

A Fieles difuntos         

BIENAVENTURADOS LOS QUE MUEREN EN EL SEÑOR

Ayer celebrábamos en un ambiente de fiesta y de gozo, la gloria de aquella muchedumbre inmensa de bienaventurados que ya ven a Dios tal cual es. Hoy, en cambio, sentimos la tristeza de la separación de hombres y mujeres "que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz".

Hermanas y hermanos:

1. Nosotros lloramos ahora porque recordamos a los seres queridos que hemos perdido. El dolor, la tristeza, la añoranza son sentimientos muy humanos y es bueno tenerlos. Nos acordamos de ellos y les echamos en falta. Pero debemos tener claro que nuestra reunión es una reunión de cristianos, una reunión en la que está presente el Señor Resucitado, el Señor de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte. Por eso la humana tristeza debe dejar paso a la fe y a la esperanza.

La jornada de hoy, más que un día de duelo, de llanto y de tristeza, tiene que ser una jornada de plegaria intensa y confiada al Padre-Dios para que conceda "los gozos de la eterna bienaventuranza a los que creyeron en la resurrección futura".

2. El novelista ruso León Tolstoi decía que la vida futura se puede mirar desde dos ventanas. Una, la del piso inferior, al nivel de la vida animal. Desde allí se ve sólo una terrible oscuridad. Otra, más arriba, en el piso de la vida espiritual. Desde allí se ve la luz y la felicidad. Si con nuestra fe la vemos desde la ventana alta, les aseguro que la veremos en la luz y en la esperanza de la gloria. Ninguno de nosotros está destinado a desaparecer: la muerte es sólo el paso obligado de la pobreza a la riqueza, de la mediocridad a la felicidad. Estamos destinados a vivir eternamente en Dios.

3. Nuestra vida es una travesía hacia la eternidad; la muerte es una puerta por la cual pasamos a otra habitación. Es una pausa entre dos notas musicales de una sinfonía inconclusa. Es una página que cambiamos hacia un capítulo nuevo en el libro de la vida. No es el final, es un nuevo empezar. No es la caída de la noche sino un nuevo amanecer.

Benjamín Franklin decía a un amigo suyo con motivo de la muerte de su hermano: "El hombre no nace completamente hasta que muere ¿por qué entonces ha de ser motivo de duelo para nosotros el que un nuevo niño nazca en el mundo de la vida inmortal? ¡Somos espíritu!".

Cristo ha vencido a la muerte y como consecuencia proyecta una extraordinaria luminosidad sobre esta vida dramática y estupenda. Las realidades últimas son la realización plena de la vida, de los proyectos, de los sueños; caminamos hacia la plenitud donde encontraremos a Cristo cara a cara. Donde Dios será todo en todos. Que nuestra oración por nuestros fieles difuntos sea también una confesión de nuestra fe en la vida eterna. Así sea.

To Our Faithful Deceased            

Many Blessings to those who die in Our Lord

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