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Second Sunday of Lent (C)

Second Sunday of Lent, Year C

                                                              CUARESMA PARA CONTEMPLAR EL ROSTRO DE DIOS

Queridos hermanos:

La semana pasada pudimos ver a Jesús en el desierto tan humano como cualquiera de nosotros: sufriendo hambre, velando sin dormir, tentado por el demonio, pidiendo ayuda a su Padre celestial. Hoy en cambio nos muestra su lado divino: sus vestidos más blancos que la nieve, su rostro resplandeciente y conversando con profetas. ¡Qué daríamos para que nuestra Cuaresma pudiera ser el escenario de una nueva transfiguración de Jesús en nuestra vida! Aquel día llamó a Pedro, a Santiago y a Juan por dos motivos: Quería revelarles su condición divina. Y quería también darles fuerza para que soportaran el dolor de la agonía en el huerto de los olivos.

1. Nuestra transfiguración comienza en la oración. En ella escuchamos la Palabra de Dios y contemplamos su rostro. El cristiano que vive la experiencia de estar con Dios alguna vez, no quiere abandonarlo nunca y suplica: "Señor, detén los minutos y hazlos eternos en mi corazón". ¡Los momentos bellos de la vida deberían duraran para siempre! Sin embargo sabemos bien que no se puede detener el tiempo. Sólo podemos hacer eternos los minutos si Dios está en nuestro corazón.

2. ¿Qué podemos hacer? Debemos crear las condiciones necesarias para escuchar su voz y para contemplar su rostro. Al hombre moderno le cuesta entrar dentro de sí mismo. Las cosas materiales se desvanecen y dejan en su alma un vacío; las diversiones sólo le distraen unos minutos y luego le producen sed, hambre, hastío. Cuando Jesús subió con los tres discípulos hasta lo más alto del monte Tabor, se alejó del ruido del poblado y los llevó a un lugar silencioso y recogido. Hermanos: Esta Cuaresma es para nosotros una nueva oportunidad para escuchar y contemplar.

3. Dijo Dios al pueblo de Israel: "Busquen mi rostro". Hoy ese rostro se nos hace visible a través de los sacramentos y en la persona de nuestros hermanos: en el anciano, en el niño, en el enfermo. En los de mi casa y en los compañeros de trabajo. Descubrir a Dios; esa es la esencia de nuestra vocación cristiana. Esa misma voz nos dice en el Tabor: "Este es mi Hijo, el predilecto, ¡escuchadle!"

Cada domingo venimos a la iglesia no para hacernos tres tiendas y quedarnos plácidamente sin hacer nada, sino para alimentarnos con el pan de la Eucaristía y salir para iluminar nuestro mundo con la alegría de quien ha contemplado el rostro de Dios. Preguntémonos con la mano en el corazón: ¿Ya nos hemos convertido a Dios? ¿Ya contemplamos su rostro en la oración? ¿Ya nos hemos transfigurado en Cristo? Hoy puede ser el día en que este milagro suceda en nuestras vidas...

Second Sunday of Lent, Year C

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