ePriest.com: Your Spanish Homily

Readings

Reading I: Deuteronomy 30:10-14
Psalm: Psalms 69:14, 17, 30-31, 33-34,
Reading II: Colossians 1:15-20
Gospel: Luke 10:25-37

Preaching Tip

Avoid This Spiritual Deepity: “When God closes the door, he opens a window!”

 

A “spiritual deepity” is a phrase that sounds profound and full of truth but actually lacks nuance and depth and is often untrue.

 

Today, a deepity that we can examine is “When God closes a door, he opens a window.”

 

It is true that many Christians may tell a story that involves an experience where they believe God really did open a window.  But many Christians will not have this experience.  Yes, in light of eternity, God makes all things end well.  But the phrase in question is usually employed in reference to problems that arise in our daily lives. 

 

Care should be taken for a few reasons. 

 

To begin with, if God really does open windows of opportunity, what is happening when God closes the door and seemingly boards up the windows too? 

 

A parishioner in the pew who feels like God shut all the doors and windows in their life will have to conclude that God is either punishing them, or the “spiritual deepity” in question is simply not true.

 

Also, the phrase seems to be too optimistic on a horizontal level.  Jesus never promises us health and wealth, this side of eternity. He never promises to “open windows” anytime a temporal misfortune occurs.  Rather, much the opposite.  Christians throughout history have suffered greatly. Why should we be different?

 

We can hope that when a parishioner loses their job or a loved one, God will grant them better days this side of heaven. But for many people, better days only come in eternity. 

 

Conclusion

 

This phrase should be used with nuance and care.  The problem with “spiritual deepities” pronounced from the pulpits can be overcome if we only use them thoughtfully and empathetically.  This means making sure to nuance them correctly, pausing to consider all the implications of them, and ensuring that God’s message is shared in a way that is uplifting and supportive.

Fifteenth Sunday in Ordinary Time (C)                                                                 

PARA GANAR LA VIDA ETERNA.

Hermanos:   

Este pasaje evangélico nos presenta a un Cristo muy humano que baja a explicarnos nuestras dudas con ejemplos siempre claros. Un maestro de la ley se acerca a Jesús y le hace una pregunta: "¿Qué he de hacer para ganar la vida eterna?". Este interrogante revolotea, querámoslo o no, en nuestra cabeza constantemente. Porque bien sabemos que vamos a morir y que después de esta vida nos espera una vida eterna. ¿Pero, qué hemos de hacer para llegar a ella? La respuesta es una sola, Cristo ya la ha dado: Amando.

1.  Amando a Dios: El maestro de la ley no dudó en definirlo como el primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma y con todas tus fuerzas". Dios es nuestro padre y nuestro creador. Por Él existen todas las cosas. Todo lo hemos recibido de sus manos. ¿Cómo corresponder a tantos beneficios? No hay otra forma en que podamos agradecer que amándolo sobre todas las cosas, "amor con amor se paga". ¿O puede alguien quedarse indiferente ante su cruz, sus clavos y su corona? El hombre ha sido creado para amar. No basta, por tanto, dejar de ofenderle con el pecado, sino que hay que vivir la gracia santificante, que es la misma vida de Dios.

2.  Amando al prójimo como a mí mismo: "¿Pero quién es mi prójimo?", preguntó de nuevo el maestro de la ley. Los judíos decían que era el pariente, el vecino, o el que cumplía la ley. Jesús va más allá y cuenta la historia de un hombre herido por los ladrones y abandonado medio muerto al lado de la carretera. Pasa un sacerdote y no lo auxilia, pasa un levita y no hace caso, sólo el Samaritano tiene compasión de él. ¿Quién fue el prójimo para el herido? "El que tuvo misericordia" dice Jesús. La invitación de Cristo es también para nosotros: "Ve y haz tú lo mismo".

3.  Nuestro prójimo es nuestro hermano cercano. y le mostramos nuestro amor cuando nos compadecemos de sus padecimientos y aliviamos su dolores con nuestra solidaridad. Pasando por el camino de la vida tendremos sobradas ocasiones de encontrar personas abatidas, avasalladas, expoliadas: personas que no han conocido una vida normal; personas analfabetas, drogadictas, delincuentes, paradas, hambrientas. Ellos son nuestro prójimo, son hombres y mujeres caídos en el camino, golpeados y robados. Dios nos pide que seamos sus buenos samaritanos.

El cristiano no es un hombre para sí mismo sino para los demás. Cuando un hombre ama con todo su corazón a Dios Padre, toma con seriedad al hombre, a todos los hombres. Y el que ama de verdad al hombre no se pregunta: ¿A quién tengo que amar? Sino ¿Quién me necesita cerca? Jesús deja en claro dos cosas: que todos somos prójimos y que todos deberíamos comportarnos como el buen samaritano. No importan sus siglas de identificación, ni su partido o sindicato, ni su religión; lo que importa es que todo hombre es mi hermano. Ahora hermanas y hermanos: "Vayamos también nosotros y hagamos lo mismo, con la ayuda de Dios".


English Translation

Fifteenth Sunday in Ordinary Time (C)                                                         

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