Readings
Reading I: Acts 15:1-2, 22-29 |
Preaching TipPreaching Misquotes: God Won’t Give You More Than You Can Handle.
From time to time, one hears in Catholic preaching certain quotes or spiritual platitudes that sound nice, but which are false. These false spiritual platitudes can even hurt people. We do need to be careful of our words!
A preaching tip is to do a little fact-checking and a little theological reflection when we borrow a quote, spiritual platitude, or a second-hand story.
There is a common saying that goes like this: “God won’t give us more than we can handle.”
From a theological standpoint, it would be better to say, “God won’t give you more than he can handle.”
When we say in a homily that “God won’t give us more than we can handle”, there are many people in the pews who will beg to differ. They will be thinking that there are many people who are overcome by tough situations in their lives.
For example, there are drastic situations in which a person gives up on life and commits suicide or has an overdose.
If this spiritual platitude is correct, what happened in the case of the person who commits suicide? Did that person get something wrong? A suicide is a clear indication that there are things in life that are surely “to much to handle”. The person in the pew may be asking themself “Did God just give up on people? Does God not care at all?”
And on top of the extreme case of suicide, there are less drastic situations that are still clearly life-altering:
· Disease and illnesses that lead to death. · Relationship struggles that tear a family apart. · Financial situations that lead a person to a life of sin. · Doubts of faith that cause a person to despair.
All these examples point to the fact that we should be wary of using a quote that doesn’t pass the “test of daily life”. While there may be a way to theologically spin the phrase in question to claim it is true, it will not “sound true” to a large part of our audience. |
Sixth Sunday of Easter, Year C (C Pascua 6)
EL CRISTIANO MUESTRA SU AMOR EN LAS OBRAS
Hermanos y hermanas:
El que ama a Dios debe amar también todo lo que Dios ama. El amor divino es universal; se extiende a todos los hombres y a todo bien. ¿Cómo tenemos que entender la enseñanza del Evangelio: "Si uno me ama cumplirá mis mandamientos"? Tú puedes decirle a tu hijo: "te quiero mucho" pero si luego te vas con los amigos a pasarlo bien y lo dejas solo, ¿lo estás amando de verdad o es sólo un hermoso deseo? Dice el refrán popular: "¡Obras son amores y no buenas razones!" Es decir, no basta tener buenas intenciones, hay que demostrarlo con los hechos.
1. Hay alguien que nos guía en cada momento por el camino del verdadero amor. Es el Espíritu Santo. Nos hace intrépidos y nos empuja al heroísmo. "El Espíritu os recordará todo lo que os he enseñado", nos dice Jesús.
Nuestro mundo vive presionado por muchas formas de egoísmo como la frustración, el desencanto, la indolencia, el desaliento que amenaza sobre todo a nuestra juventud. Los niños empiezan a aburrirse; los jóvenes pasan por encima de lo que no han probado. Haríamos un gran servicio si nos paseáramos por las calles siendo una muestra sencilla de serenidad, de paz, de entusiasmo y de fortaleza. Necesitamos pedir al Espíritu Santo que nos haga intrépidos y valientes.
2. Qué diferente es la vida con amor o sin amor. Lo saben las paredes de los hospitales y los asilos de ancianos, lo saben los rincones de la casa que escuchan nuestros diálogos o discusiones. En el corazón que ama no cabe la maldad. Es como ese árbol de la India que sólo sabe dar perfume y rica fruta. Aún cuando reciba golpes siempre devolverá bondades. El que ama a Jesús, siempre habla bien y huye de la maledicencia.
3. Cuando el Espíritu Santo habita en nuestros corazones nos transforma paulatinamente en Cristo: nos da su estilo, nos modela según sus rasgos. Teresita González, muerta a los 21 años en un convento de Carmelitas, se había puesto como lema de su vida: "Señor, que quien me mire te vea". En la vida ocurre lo mismo con aquellos que amamos: Es amor el gesto, el detalle, el regalo... pero sobre todo la intimidad, la identificación con aquel a quien amamos, el parecido que alcanzamos con él, porque llegamos a pensar como él, a hablar como él, a ser poco a poco un poco aquella otra persona que "mora" en el fondo de nuestro corazón.
Dile al Espíritu Santo: Inspírame aquellas cosas prácticas que hoy debo hacer por los demás para cumplir tus mandamientos. Te asombrará descubrir cuántas cosas tenías que haber hecho ya para construir un mundo mejor.
Sixth Sunday of Easter, Year C