ePriest.com: Your Spanish Homily

Readings

Reading I: Malachi 1:14--2:2, 8-10
Psalm: Psalms 131:1, 2, 3
Reading II: First Thessalonians 2:7-9, 13
Gospel: Matthew 23:1-12

Preaching Tip

Keeping the Reservoir Fresh

We have to preach a lot. And unless we are putting fresh ideas into our heads, our preaching will end up being stagnant or dry - like a reservoir that has no inlet of fresh water.

Prayer, real Christian meditation, and ongoing spiritual reading are the best sources of fresh water. Here's how one expert puts it:

  • Assuredly the thoughts and words of great thinkers, of profound scholars, of devout and religious men and women, must at all times be profitable to all, and in particular, to those whose state of life requires that they should give to others, by preaching and writing, that sound doctrine and spiritual nourishment which the life of the soul demands.
  • It is thoughts and ideas that they who would speak to others need. Given the training and education that belong to each one's calling in life, it is not so much long treatises and volumes on single questions that one requires, as thoughts and ideas on the particular various questions which one desires to treat.
  • Hence the writer or preacher on doctrinal and religious topics needs thoughts – he needs the thoughts and ideas of others to stimulate and set in motion his own stream of thought.

Charles J. Callan, OP (Preface for Illustrations for Sermons)

Thirty-First Sunday in Ordinary Time, Year A       

                                                                                      NO HACEN LO QUE DICEN

Las discusiones con los fariseos no se quedan en polémica estéril sino en una enseñanza para todos los tiempos: “Hagan lo que ellos enseñan, pero no imiten lo que ellos hacen”. Es una invitación a tomar partido ante la incoherencia y la vanidad de los que mandan y a comprometernos en la fraternidad y el servicio. El Evangelio de hoy proclama la urgencia de recuperar la coherencia de la fe y del comportamiento.

Hermanas y hermanos:

1. La verdadera religiosidad no consiste en cumplir las obras exteriores con perfección, sino en el espíritu y en la interioridad del propio corazón. Hay dos grados de sinceridad. El primero consiste en la conformidad de nuestras palabras y sentimientos con nuestros deberes. Este es superficial porque no se funda en principios sino en sentimientos que van y vienen. El segundo en cambio, es la concordancia práctica de nuestras obras con nuestros deberes, a pesar de las dificultades o circunstancias adversas que se pueden presentar. Hay que saber prescindir de uno mismo para buscar a Dios con profunda convicción en una fidelidad exigente.

2. Aprendamos a distinguir entre las máscaras y el rostro. En el lenguaje común identificamos hipocresía y farisaísmo. Nos convertimos en “cristianos fariseos” cuando reducimos el Evangelio al aparecer más que al ser; al decir, más que al hacer; a la legalidad más que a la moralidad interior; a las obras de la ley, más que a la fe que vivifica las obras; a la glorificación personal más que al dar gloria a Dios.

El fariseísmo es una enfermedad del espíritu de la que pocos se salvan. Nos consideramos católicos practicantes. Pero, ¿de qué práctica se trata? Si no se practica el amor, la misericordia y la justicia, no se puede decir que seamos cristianos practicantes. A veces nos encontramos con cristianos que por nada del mundo pierden la misa del domingo, pero que son terriblemente duros y opresivos, o apegados al dinero y al egoísmo. Gentes muy cumplidoras, pero con un individualismo feroz que no quieren saber nada de fraternidad, comunidad y solidaridad.

3. Dios no se deja engañar por las apariencias. En cambio el hombre sí, pues es lo único que alcanza a divisar. Hay cosas que suenan a verdaderas pero que no son verdaderas; otras parecen buenas, pero no lo son. Será importante aprender a distinguir porque no aprovecha lo que parece sino lo que es.  El aparecer y el ser, lo exterior y lo interior, la superficie y la profundidad, lo que el hombre hace y lo que juzga Dios: son binomios de los que el hombre no podrá desprenderse en absoluto.

Jesús lo que busca es cambiar el corazón del hombre, y mientras no se llegue ahí, nos perdemos en lo secundario. ¡Qué contradicción la de aquellos educadores en la fe que enseñan, motivan, exigen las cosas más importantes para seguir a Cristo, pero ellos mismos no lo aplican en sus vidas. Sólo les interesa ser considerados guías espirituales a los que hay que otorgar el reconocimiento y la alabanza!


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