Readings
Reading I: Daniel 12:1-3 |
Preaching TipPastoring by Preaching
Nobody knows our parish flock like we do. The pastor is present at the best moments and the worst moments of their lives. We know the confidential secrets of our people, we hear their confessions, and we counsel, advise, encourage, and sometimes correct our flock.
Because of the nuances of each parish, our preaching is going to be adapted to the needs of each church community. What we preach to one parish or group may not be the best message for another group.
The theme of today’s reflection deals with the end of time and eschatological questions. A pastor may need to take one of two approaches.
· If your parish has some members who struggle with scrupulosity and/or members who are very devoted to “end times” prophecies, we may need to tone down some of the “end of world” rhetoric. In this case, we present the mercy of God more than the justice of God.
· If your parish is very laid back and a bit too comfortable, perhaps a more clear reminder of our own mortality and the need to be ready is in order.
In short, the balance is being kept because of the pastor who has the pulse of the parish. Our preaching therefore can’t ever be routine. A homily that works well in one parish may not be suited for another. Keeping our hand on the pulse of the community and adapting our preaching to their needs is a hidden and sacrificial way of loving and caring for our flock.
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B To 33
HASTA EL FIN DEL MUNDO
Al hombre le inquietan los resultados finales: de una competencia deportiva, de un año escolar, de un negocio en el que apuesta todo, del fin del mundo. La primera comunidad cristiana creía cercana la segunda venida de Cristo como gran inquisidor. Hoy la liturgia mira al final de la vida y lo que ocurrirá después, con una clara recomendación: estar preparados. Serán tiempos difíciles: “para algunos el veredicto será de salvación, para otros de condenación”.
Hermanas y hermanos:
1. Encontrarnos de golpe frente al riesgo, al misterio o a un mundo desconocido, provoca una mezcla de temor y de esperanza. Nos ocurre cuando vislumbramos la inminencia de la muerte. La muerte no es el fin de la vida. No vivimos para morir, como a veces sentencian sesudos filósofos, sino que vivimos y morimos para vivir en plenitud, como sugiere la fe y sostiene la esperanza.
Jesucristo nos habla hoy del fin del mundo y del juicio final. El Señor llegará como juez. A la luz de esta verdad podemos hacer frente a la existencia humana de dos maneras: la del seguidor de Cristo que renuncia a todo a cambio de vivir amando sin medida; y la del que vive disfrutando el placer del momento presente como si no hubiera nada después de la muerte.
2. A la luz de la fe el final del mundo es el triunfo de la vida sobre la muerte. ¿Qué va a ser de nosotros? ¿En qué van a terminar nuestros esfuerzos, nuestras luchas, nuestras aspiraciones? Alguien se atrevió a afirmar que la vida del hombre es un breve paréntesis entre dos nadas, pero si lo que nos espera es la nada ¿Qué sentido último pueden tener todas nuestras luchas, nuestros esfuerzos y enfrentamientos.
Si lo vemos a la luz de la fe se enciende un rayo de esperanza. Así la vida, la historia y el mundo no son una pasión inútil, no estamos atrapados, ni uncidos a la noria del eterno retorno. Hay salvación.
3. ¿Cuándo ocurrirá todo esto? La revelación nos habla de un evento inminente, que “está ya a las puertas”. Puede ocurrir de un momento a otro. El tiempo es breve. El fin del mundo no es su destrucción sino su destino. A la luz del evento final, todos los valores de la vida aparecen en su justa dimensión. Miremos con valentía este destino que nos espera y entendamos en qué sentido es inminente. Decidimos nuestro futuro cada día, por eso debemos prepararnos desde ahora. ¿Cuándo será ese final? Cuando nosotros queramos, cuando nosotros estemos dispuestos a hacerlo realidad, cuando nosotros vivamos al estilo de Jesús, según las bienaventuranzas.
Hermanos: Del evangelio de hoy tenemos que quedarnos con la invitación a caminar según el Evangelio, apoyados en la palabra salvadora de Jesucristo, sin pretender conocer días ni horas. La llamada actual es la llamada a la fidelidad; como los primeros cristianos estamos llamados a ser fieles en horas de persecución, y la plenitud llegará, pero llegará cuando el Padre quiera.
33rd Sunday in Ordinary Time, Year B
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