ePriest.com: Your Spanish Homily

Readings

Reading I: Isaiah 43:16-21
Psalm: Psalms 126:1-2, 2-3, 4-5, 6
Reading II: Philippians 3:8-14
Gospel: John 8:1-11

Preaching Tip

Avoid this “Spiritual Deepity”: God helps those who help themselves

 

A phrase that is often thrown around in Christian circles is "God helps those who help themselves". 

 

It sounds good on the surface. It seems to indicate that God wants us to try our best and to make a good effort toward our personal goals.  The phrase promises that if we do, God will then help us to accomplish said goals. It has a motivational ring to it. 

 

Leaving aside whatever good the phrase has on a human motivational level, it is not a smart choice to employ while preaching the Word of God.  The phrase is often considered problematic for three reasons:

 

It is Not Scripture

This phrase is not found anywhere in the Bible, and many attribute its origin to Aesop’s Fables and later to Benjamin Franklin's "Poor Richard's Almanack". 

 

It Contradicts Scripture

The Bible consistently portrays God as actively helping the vulnerable, the poor, and those in need, which directly contradicts the idea of only assisting those who can help themselves. 

 

It Confuses the Faithful

There are many people who feel they have tried hard to help themselves and yet they have fallen into hard times.  If this phrase is true, then God did not do anything to help them. Ergo, they could conclude that either “God must not care about me” or “God isn’t real”.

 

We as priests should make the effort to remove “spiritual deepities” from our preaching, opting instead for being more honest and real.  This will help people more so in the long run than if we take the easy path of dropping spiritual platitudes, cliches, and deepities as a way of avoiding the hard work of weekly homily preparation.

Fifth Sunday of Lent, Year C

                                                                          CUARESMA PARA COMENZAR A VIVIR

El pasaje del Evangelio nos describe el encuentro de la miseria humana con la misericordia divina. Los fariseos que traen a la mujer adúltera, ya han decidido que debe morir; se fijan en su pasado y quieren que se le aplique la ley. Jesús no quiere entrar en su juego porque ninguno de ellos puede pronunciar el juicio justo. Ellos también tienen un pasado pecador. Es Jesús quien ejercerá el juicio no condenando, sino salvando. No condena porque mira al futuro, al proyecto que tiene amorosamente establecido para cada persona.

Hermanos y hermanas:

1. Todos somos pecadores. Llevamos escrita en nuestra naturaleza caída esa inclinación al mal que nos hace débiles. Hay dos maneras de ver esta realidad: Los pesimistas se lamentan y viven mirando hacia atrás con remordimiento, pero ¿Para qué sirve denunciar el mal si después nuestra vida no anuncia algo radicalmente nuevo y diverso? Sin embargo tenemos otra alternativa: Mirar hacia delante. Es la actitud de quien tiene fe en ese Cristo que perdonó a la adúltera devolviéndola a la vida.

2. Jesús nunca busca culpas ni culpables. Vemos que Cristo rescata a la adúltera de la pena de muerte. Una ley puede conseguir que una adúltera muera pero sólo Jesús puede lograr que una adúltera empiece a vivir. Cristo no ha venido al mundo a condenar al hombre sino a salvarlo y darle vida. Queda atrás el pecado y la muerte y se abre un nuevo horizonte de amor. Jesús siempre estará en pie junto a nosotros para defendernos de los juicios de los hombres; sólo nos pone una condición: que nos arrepintamos y rectifiquemos.

3. Dios está siempre dispuesto a perdonarnos. Esta es la gran novedad del Evangelio: El perdón nos devuelve a la vida y nos permite volver a comenzar cada día. En este tiempo de Cuaresma podremos oír de nuevo la Palabra de Dios y llorar nuestros pecados. El cristiano no pertenece a esa categoría de hombres que mira siempre atrás, sino a esa otra formada por valientes que se abren con entusiasmo y confianza al porvenir.

La vida nueva en Cristo nace del perdón. Isaías les decía a los israelitas: "No recordéis lo de antaño, mirad que realizó algo nuevo". Y lo que convirtió a San Pablo en apóstol generoso y feliz era el pensamiento de que tenía que olvidar su pasado para lanzarse a lo que le quedaba por hacer. Es tiempo de hacer buenos propósitos: Luchar contra el pecado y preferir morir antes que pecar. Acercarnos a la confesión seguros de alcanzar el perdón. Perdonar para ser perdonados. Le dice Cristo a la adúltera y también a nosotros: "¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno, anda y en adelante no peques más".


English Translation

Fifth Sunday of Lent, Year C

                           &nb